Al doctor Álvaro Guzmán Gómez
Señor director:

En esta Colombia convulsionada y áspera, tristemente llena de violencia y muertes trágicas por muchas circunstancias, la pérdida de la vida humana se ha vuelto paisaje; nos acostumbramos a ella y ya una muerte más no pareciera remover nuestros sentimientos. No es este el caso de nuestro querido maestro, colega y amigo, el doctor Álvaro Guzmán Gómez, porque su muerte fue natural, tan natural, pura y transparente como su existencia. Proveniente de tierras santandereanas, bumangués de nacimiento, pero manizaleño por adopción, llegó a la Universidad de Caldas en la década de los 70 a formarse como médico y luego como pediatra, convirtiéndose en el primer pediatra graduado del programa de Especialización en Pediatría en el año 1977.
Posteriormente se vinculó como docente a nuestra universidad, realizando sus labores en el Hospital Infantil de la Cruz Roja. Allí, en ese emblemático lugar y más exactamente en el servicio de Medicina Interna, por donde pasaron cientos de estudiantes a los cuales, incluido yo, nos inculcó la clínica pediátrica y nos transmitió sus conocimientos con amor, con gran bondad, sin ningún tipo de resistencia. Nunca lo vimos descompuesto, siempre con una sonrisa y un trato cariñoso a cada uno de sus pacientes y familias y por supuesto a nosotros, sus estudiantes. También tuvo su trasegar por el servicio de Recién Nacidos del Hospital Universitario de Caldas, por la década de los 80, y allí puso también su sabiduría al cuidado de estos pequeños pacientes.
Complementó su actividad profesional en su consultorio privado, por donde pasaron cientos de miles de pacientes y familias, a quienes atendió con gran esmero y les brindó siempre el consuelo necesario en momentos difíciles. Hace 10 años tuvimos la oportunidad de celebrar los 40 años del programa de Especialización en Pediatría, en el marco las Jornadas de Pediatría organizadas por la Sociedad Colombiana de Pediatría Regional Caldas y las hicimos en homenaje a él; recuerdo que la felicidad le salía por los poros y se sentía muy orgulloso de su labor como pediatra y como docente. Pero siempre con la mayor humildad, porque qué hombre tan sencillo, tan noble, tan bueno. Este año celebraremos nuestras bodas de oro y siento un hondo pesar por no poderlo tener con nosotros; realmente nunca pensé que no estaría, porque gozaba de buena salud, pero somos demasiado frágiles y una complicación de una cirugía rápidamente nos lo arrebató. Nos estará acompañando desde el cielo, porque seguro allí está, disfrutando de la paz eterna.
A su esposa, Amparo; a su hija, Andrea; a su familia en Manizales y Bucaramanga y a sus allegados, el más sentido saludo de condolencia, que tengan la fortaleza para sobrellevar este duro momento. La huella que deja nuestro querido doctor Álvaro es grande, llevaremos siempre su legado en nuestros corazones.
Carlos Alberto Villegas Isaza, médico pediatra, decano Facultad de Ciencias para la Salud – Universidad de Caldas

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