Reflexiones de un ignaro
Señor director:
Tengo algunos conocimientos sobre cannabis sativa, pero no estoy en condiciones de “pontificar” sobre algo que al parecer todo mundo conoce y que al final la mayoría de las personas ignoramos.
Lo que sí estoy en condiciones de afirmar es que las calles de nuestras ciudades están llenas de personas en condiciones infrahumanas por culpa de la marihuana. ¿Que no hace daño? Conozco a muchas personas que estudiaban y tenían un discurrir de vida normal y tomaron el camino de la marihuana y ésta se encargó de sacarlas del buen camino y hoy están alejadas de toda posibilidad laboral, familiar, social y se encuentran totalmente desubicadas sin un futuro y sin posibilidades de rehabilitación. Los expertos saben muy bien qué efectos producen en el organismo y los desastres irreparables de la adicción.
La permisividad, al parecer, se invoca como parte de la libertad y del libre albedrío y hace parte del desarrollo de la personalidad, pero se requieren frenos y dirección para que los vehículos vayan por el camino correcto. Los diques son necesarios para que el agua no se desborde sin control causando desastres. La realidad no se evade tratando de autoengañarnos viviendo mundos artificiales.
El Estado tiene la obligación de cuidar la salud de los ciudadanos como máxima riqueza para tener una sociedad sana y no contaminada y llena de vicios.
Si la mayor riqueza es el ser humano, entonces, ¿por qué no cuidarlo?
Desconocer palmariamente que el licor no embriaga, que el tabaquismo no causa enfermedades, que la marihuana es inofensiva, es cerrar los ojos para no ver, estropear los oídos para no oír y cerrar las puertas de la razón para no entender. Negar lo innegable, es insensatez, falta de juicio y de coherencia frente a realidades tan evidentes como la luz del día.
Cordialmente
Elceario de J. Arias Aristizábal
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