Cavilaciones de Perogrullo 
Señor Director: 

  Los caldenses seguimos siendo espectadores mudos ante las noticias que a diario nos traen los medios de comunicación sobre eventos, nacionales e internacionales, que se celebran en el transcurso del año en distintas ciudades del país, excepto en Manizales y en Caldas. Las explicaciones que dan los organizadores son de una obviedad que ahorra cualquier comentario. La llegada a esta región, corazón de Colombia, o la salida de la misma, es prácticamente imposible. El terminal que funge como aeropuerto no corresponde a lo que la ciudad merece, por su vocación de urbe en permanente crecimiento, por su función cultural como centro universitario, por ser la sede de acontecimientos que ya son icónicos a nivel internacional como la feria anual y el festival de teatro. Hace algunos meses, este opinador sugirió en esta misma sección del periódico, que no se buscarán candidatos para ocupar la alcaldía de la ciudad distintos a Luis Roberto Rivas quien, por su demostrada capacidad, superaría cualquier otra aspiración que pudiera haber surgido. Pero la de Perogrullo es sólo una opinión y tiene un solo voto. Los que deciden los destinos políticos de la región y él mismo, resolvieron postular su nombre para la gobernación del departamento. Con toda seguridad, Caldas votará masivamente por él en un mandato que lo compromete enormemente. Bien sabe Rivas Montoya que no podemos esperar más y que no queremos más promesas. Queremos el aeropuerto. Ése es su compromiso. Y ésa la condición de nuestro voto. 
Atentamente, 
Rodrigo Ramírez González

Columna monumental
Señor director:

Es la que escribió el doctor Juan Álvaro Montoya acerca de Israel. De gran factura, tanto intelectual como literaria, toda una pieza.
La Media Luna Fértil es nombre propio, las tres palabras llevan mayúscula inicial. Se llama también el Fértil Creciente. Es el arco geográfico trazado por el río Nilo, al occidente, y los ríos Tigris y Eufrates, al oriente, es decir, el valle del Nilo y la Mesopotamia (vocablo griego que se traduce por “en medio de ríos”). Al norte, las montañas de Anatolia (no de Ana Tulia); al sur, tremendo desierto árabe (“arab”, en árabe, quiere decir desierto).
La Tierra Prometida es también nombre propio y se escribe con mayúsculas iniciales. Es la tierra que Dios prometió a Abraham y a su descendencia. Los cristianos la llamamos Tierra Santa porque es el país de Jesús (Yeshúa en arameo, Yehoshúa en hebreo, se traduce por “Yahvéh salva”, Salvador divino).
El escrito del doctor Montoya es una página lírica y épica, es también sentida oración y por eso aclamamos ¡Amén!
Atentamente,
Observador católico

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