Los ángeles de Dios
Señor director:
El 29 de septiembre la Iglesia celebra a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael; y el dos de octubre es la memoria litúrgica de los ángeles custodios o ángeles de la guarda.
Los santos ángeles son personas, no personas humanas sino seres espirituales dotados de inteligencia y voluntad: conocen y aman. Como espíritus puros que son, carecen de cuerpo, no hay en ellos mezcla de materia. En la escala de dignidad e importancia de los seres creados por Dios están por encima de los hombres, aun de los santos del cielo, pero ocupan un puesto inferior al de la Santísima Virgen María.
La palabra “ángel” quiere decir “mensajero”; los ángeles son mensajeros de Dios, como lo registra la Santa Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Pero además de comunicar a los hombres los mensajes divinos, los ángeles cumplen otras funciones importantísimas: glorificar a la Santísima Trinidad, proteger a las creaturas de Dios, combatir al Maligno y a sus huestes.
La Tradición cristiana habla de nueve o diez coros de ángeles, en el siguiente orden ascendente de categoría: ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, principados potestades, cielos, virtudes de los cielos, querubines y serafines.
Cuando este servidor ejerció el ministerio en Salamina, frecuentemente oficiaba en la capilla de Las Mercedes (donde se encuentra una imagen de la Virgen de rostro superbello), cuya sacristana era la hermana Merceditas o Josefita (era conocida por estos dos nombres). Pues bien, ella me enseñó que a la invocación “Santos ángeles”, se contesta “Velad sobre nosotros”, no “Rogad por nosotros”. Esta última respuesta se dirige a los santos, la primera a los ángeles de la guarda.
Recuerdo también que en los colegios dirigidos por los Hermanos de La Salle, allá por los años cincuenta y cinco a sesenta y dos, cada alumno estaba provisto de un ejemplar del libro “Manual de piedad del joven”. El manual ofrecía una plegaria sencilla y hermosa al ángel de la guarda, oración que considero superior a la que sabemos desde niños. Hela aquí: Ángel de Dios, fiel custodio mío, bajo cuya protección se dignó colocarme la divina bondad: iluminadme, protegedme, dirigidme y gobernadme siempre. Amén.
La doctrina sobre los ángeles se puede estudiar en el Catecismo de la Iglesia Católica, números 328 a 336.
Atentamente,
P. Jaime Pinzón M.
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