“Soldado avisado no muere en guerra”
Señor director:
El cambio acelerado ya no es sorpresa, pero este que viene, sí sacará a más de uno de su zona de confort, creando una de las migraciones vocacionales más grandes de la historia.
A inicios de la década pasada, se empezaban a vislumbrar los efectos escalables de investigación en análisis de imágenes, inteligencia artificial y automatización industrial. Han pasado no muchos años, y la automatización está casi al alcance de cualquier empresa, el análisis de información se ha vuelto tarea básica en las compañías de todas las envergaduras y el valor agregado cada vez cobra más protagonismo en las estrategias exitosas empresariales, en lugar del uso autoritario, repetitivo e indiscriminado del tiempo de los trabajadores.
Con la automatización, se han empezado a transformar algunos servicios y productos, sin embargo, la penetración de la misma es diferente entre los sectores comerciales. La automatización, vista cómo revolución, es semejante a la originada por la estandarización en el siglo pasado, cuando la era industrial empezó a tomar el protagonismo económico. Hoteles, restaurantes, transporte, agro, Son algunos de los sectores que están empezando a mostrar una alta tasa de automatización nunca antes vista, dónde en países como Japón ya se cuenta con hoteles totalmente manejados por robots o donde la cantidad de robots en una fábrica triplica a la de seres humanos.
Y es aquí cuando llega la pregunta: ¿qué pasa con esa fuerza laboral humana? ¿Cuál será el nuevo significado del trabajo si todo estará automatizado? ¿Qué haremos con esas sagradas 8 horas diarias de nuestro tiempo que entregamos a cambio de más tiempo y energía representado en billetes con “valor”?
¡Atención! La década por la que estamos pasando ha representado retos muy interesantes para la civilización humana: COVID 19, escasez de semiconductores, guerras, sobrepoblación, contaminación, entre otros. Retos que obligan a todos a tomar acción, y es por ello que se está gestando estrategias gubernamentales y corporativas para dar respuesta oportuna y eficaz, ¿pero realmente responden a las preguntas mencionadas anteriormente?
Remitiendo a un sector que por mi experiencia puedo conocer un poco más que los otros: el automotriz o transporte, hay toda una problemática ambiental generada por la contaminación de los autos y esto obliga a que la mayoría de empresas estén migrando fuertemente al uso de energía eléctrica como insumo básico para la automoción. Pero es cierto también que estás estrategias de electrificación también van acompañadas de planes de automatización de la conducción, que seguro desplazaran más de un “buñuelo” en las carreteras de nuestro país.
Vemos pues dos temas llamativos en este relato, que es la electrificación y automatización del transporte cómo cambios acelerados que están sucediendo -en solo una o máximo dos décadas. Y la cuestión aquí, es: ¿qué está haciendo Colombia ante semejante cambio de paradigmas?
Ahora hablemos de la automatización del transporte, la cual, tardará más en venir que la electrificación, pero no será mucho el tiempo en que los conductores sean reemplazados por inteligencias artificiales que procesan imágenes y señales. Y el modelo de negoció será que alguien pueda comprar un carro, decirle que lo lleve al trabajo y en lugar de estar estacionado, que haga carreras como Uber -ya no habrá conductor para linchar. Colombia tiene un gremio de transporte muy fuerte, en el cual se ocupan más de 1,5 millones de personas (DANE 2019), con la llegada de los carros autónomos, ¿qué pasará con todos ellos y la economía que se mueve a su alrededor? ¿Cuál es el plan del gobierno? ¿Cuál es el plan de los ciudadanos, de las instituciones? Claramente, el sector del transporte debe empezar a capacitarse, por ahí estará la respuesta al futuro, si es que no estamos ya tarde.
Todas las anteriores aproximaciones superficiales al futuro del transporte eléctrico y autónomo, nos deja con el amargo sabor de qué pasará con 4% de los colombianos que podrían no tener un futuro claro en los siguientes años. La buena nueva es que siempre que hay un salto tecnológico se crean más trabajos como diría Oppenheimer en su libro “Sálvese quien pueda”.
Una discusión profunda y variada necesitaría más páginas, pero dejó este abre bocas por aquí para futuras reflexiones, despertar interés y conciencia en un cambio que se puede ver cómo una oportunidad o como una crisis, y feliz de conversar con los interesados sobre este tema en un futuro
Ricardo Arcila Vélez
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