Anserma “Mi pueblo”
Señor director:
Escribir sobre lo que es significativo en la vida de sí mismo, es retador; se necesita sacar a flote el ego que se tiene y dejar el complejo de ser protagonista, para ello pensamos en nuestros años de infancia en la tierra donde se nace, para el caso “Mi Anserma”, cuyos sitios: mangas y calles, resultaban agradables en grado sumo, encontrando por doquier niños con los que se compartían los juegos de esas calendas: un picaito de fútbol en una calle inclinada, la guerra libertadora, los zancos y otros, que en su práctica nos hacían coger de la noche, con la consecuente reprimenda de nuestra madrecita. Hoy esta remembranza de la niñez, comprendida entre los años 1959 y 1967, nos dice que esta etapa de la vida es inigualable, en ella se potenciaron las mejores energías y entusiasmos. La alegría y la ingenuidad juntas hicieron los tiempos efímeros. Los recuerdos de la infancia se suscriben a las vivencias de la escuela primaria que se cursó en la Antonio José de Sucre. En los grados primero, segundo y tercero, 1961, 1962 y 1963, respectivamente, tuvimos como profesora única a la señora Carola Valencia, dama con un carácter fuerte, a quien una buena parte del curso le teníamos miedo, pues un incumplimiento con las tareas causaba castigos materiales: con manos extendidas recibíamos reglazos, lo que se convertía en un suplicio. En mi caso, fui objeto de esos terribles maltratos por no “recitar” los códigos que aparecían en el catecismo del padre Astete y los relatos de un libro llamado la Historia sagrada; me rebelé a ese aprendizaje desde niño, lo cual origina que las religiones no tengan lugar en mis quehaceres, conducta reforzada por mi abuela materna que me obligaba bajo pellizcos a rezar el Rosario. De los tres primeros grados poco recuerdo, del cuarto y quinto si tengo gratas remembranzas y anécdotas, pues el profesor Jaime Montoya un buen pedagogo, con paciencia y sabiduría lograba hacer que estuviéramos bien interesados en las clases; su autoridad y creatividad le permitía llevarnos al estadio, repartía los jugadores de a 14 o 15, por bando, lanzaba dos balones al campo y diviértase corriendo en un desorden de fantasía. En un aula del segundo piso por la calle quinta pasamos los dos años en procesos académicos y axiológicos que nos conectaron a la adolescencia. De situaciones puntuales por fuera de la escuela mencionemos tres: 1) La feria de ganado que se hacía al lado del estadio en un plan que usábamos para jugar fútbol en vacaciones; 2) La Voz de Anserma, estación radial de grata recordación en occidente colombiano, nos deleitaba con programas como “Tardecitas porteñas” de lunes a viernes terminando la tarde, aportando conocimiento de la melodía argentina. Una gran dama, locutora, Bertilda Maldonado Holguín, de grata recordación por personas de varias generaciones; y, don Augusto Chica Valencia, una persona conocedora como pocas de la música de antaño y el tango; y, 3) Lo deportivo: las llegadas de las vueltas a Colombia con la etapa Medellín-Anserma, con ciclistas famosos como “Cochise” Rodríguez, Rubén Darío Gómez, el “Ñato” Suárez, Pedro Jota Sánchez, Carlos “La Bruja” Montoya y el español Julio López de La Torre. Válido agregar la época Dorada del fútbol con la selección Anserma como campeón departamental, ante rivales como Manizales, Pereira y Armenia; recuerdo al portero Leudo, al defensa Materón y los delanteros Bonilla y Vallejito. No puedo dejar de referir los sábados días de mercado en la plaza Ospina, empedrada, actualmente la galería, con cualquier cantidad de toldos en uno de los cuales ejercía como carnicero mi padre David Escudero, de quien tengo los mejores recuerdos, no obstante su fallecimiento a los 33 años, causado por personas de “aleve entraña”, como decía Gaitán.
Rigoberto Escudero Osorio
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