Mínima autocrítica
Señor director:
Qué triste para los hinchas del Once Caldas ver como, por séptima vez consecutiva, nos quedamos por fuera de los cuadrangulares finales, con un equipo que al inicio nos ilusionó, como en otros torneos, pero que al final se quedó por fuera, por la mediocridad de sus jugadores y especialmente por la incapacidad de su técnico.
Es difícil encontrar en el país una afición más fiel que la del Once Caldas, con un promedio de asistencia que no se compadece con el rendimiento del equipo y que a pesar de ello, jugadores y técnico manifiestan que no se sienten apoyados. De los jugadores, muy poco para rescatar, solo Chaux, Torijano, Riquett, Dannovi Quiñonez (aunque poco lo tuvo en cuenta el técnico) y un poco la recuperación de Ayron del Valle; de resto, nada. Y qué decir del técnico, que no transmite nada, pero nada; un fútbol anodino, cicatero, maluco de ver, de oriente a occidente y de norte a sur; pareciera que no saben que la portería está adelante y que este jueguito es a hacer goles al frente.
A quién le cabe en la cabeza, en el partido definitivo con Santa Fe, perdiendo 2 a 1, minuto 90, entrar dos defensas (Camilo Mancilla y David Murillo) y nos remata diciendo que para él no es un fracaso. Entonces ¿qué es fracaso? Para un equipo con la historia reciente del Once Caldas, es una pena el rendimiento deportivo, además en un fútbol tan mediocre como lo es el fútbol colombiano.
Hasta finalmente me pareció mejor que no clasificaran, porque de alguna manera se tendrá que hacer un revulsivo, empezando por la salida del técnico. El 31 de octubre, “el día de las brujas”, me tope en la calle con un grupo de zombies y les pregunte de que estaban disfrazados… al unísono me contestaron “de hinchas del Once Caldas”… así quedamos.
Calos Alberto Villegas Isaza
Escribir: ciencia y arte
Señor director:
Hace poco, en este espacio periodístico, alguien anotó que hay corresponsales y columnistas sabedores de lo que escriben pero que no lo son tanto para expresarlo correctamente porque les falta la pericia o la preparación para lograrlo. En efecto, la gramática es ciencia, y la literatura arte, arte que supone ciencia, arte cimentado sobre ciencia, sobre conocimiento. Parafraseando al de Aquino, a Santo Tomás, digamos que la ciencia es “recta ratio scibilium”, capacidad para saber, y el arte es “recta ratio agibilium”, capacidad para hacer.
En este orden de ideas, otro amigo -que también se asoma, y con frecuencia, a Voz del Lector- explica el porqué de lo siguiente: en Papel Salmón salen más comentarios de novelas que de poesía. Sostiene, en efecto, que la novela cuenta con más adeptos y adictos que el arte poética (o poético), y concluye observando con acierto que la poesía es la quintaesencia de la literatura.
Atentamente,
Don Cecilio Rojas