Hábito y monje
Señor director:
El hábito no hace al monje, se decía cuando habia monjes y hábitos. Pero resulta que si, que hay que distinguirse, que el mago no necesita la varita pero lo identifica. Cuando alguien representa algo es uno entre el montón. Tiene que notarse, obvio. Ya en desuso el traje y la corbata, todos van por ahí de bermudas y chancletas, así sea la primera autoridad de la región o del lugar. Apenas afeitado, en mangas de camisa, se presenta en actos formales, académicos o de gran significado para los sectores sociales y el momento. Mientras el condecorado llega con sus mejores galas, el que le cuelga la medalla anda sin medias, como pato de chiva. Los jueces en Inglaterra aún usan peluca, cuando menos una toga que honran. Putin se retrata en topless. Pero bueno, hasta el papa, así en minúsculas, abandonó sus arreos pontificios, su estola y sus zapatos, y quisiera andar por San Pedro como turista chino. El rey se pone el frac para recibir al exsúbdito criollo que resta valor. No hay qué creer, ni en quien. Inventénse algo para que se vean bien y para que los vean, pues cuando se bajan de sus gigantescas camionetas, que estas si no las perdonan, no se sabe quién es el chofer.
Luis Fernando Gutiérrez Cardona
La situación moral del mundo
Señor director:
“Entre la nostalgia y la esperanza” intituló el distinguido educador don Orlando Salgado Ramírez (corresponsal frecuente de este espacio) su carta publicada el 6 de julio. En ella hace una radiografía lúcida y penetrante de la sociedad actual, prácticamente en todo el planeta: el consumismo está acabando con la familia, y el mal uso de la tecnología está llevando al traste a la juventud. “Las corrientes irreverentes que amenazan la racionalidad”, como la ideología de género y la conjura masónica de uniformarnos, de uniformizarnos a todos, suprimiendo las naturales diferencias entre los seres humanos, conducen a pueblos y naciones, generación tras generación, al resultado de impedir que “sus individuos, más que pertenecer a una especie, puedan continuar siendo personas”. El odio a Dios y el resentimiento que se vuelca contra la Iglesia no auguran nada bueno. La humanidad está en “la inmunda”; como quien dice: “Mujer, no llores”, y ella “emperrada” (es decir, a los gritos).
Atentamente,
Observador católico