Estamento eclesial
 Señor director: 

 La carta publicada en Voz del lector el 20 de febrero da pie para precisar y ampliar términos y conceptos.
 Monje- Los monasterios, los monjes y el monacato (la vida monástica) surgieron en Europa después de la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V. El iniciador y padre de este género de vida fue el patriarca San Benito de Nursia. Los monasterios se erigieron lejos de las ciudades: Los monjes vivían en comunidad pero cada uno disponía de celda individual. Tenían estos centros la indispensable iglesia para el culto litúrgico (misa y oficio divino) y la sala capitular para la instrucción y el diálogo colectivos, además del refectorio o comedor. Cada monasterio y abadía (monasterio dirigido por el monje abad, “padre”) disponía de terrenos para la agricultura y la ganadería. Hoy en día existen monasterios, por ejemplo la abadía benedictina de Envigado, donde los huéspedes son atendidos como se atendería a Cristo mismo. San Benito dispuso en su Regla que la vida de los monjes ha de cifrarse en la oración y el trabajo (“Ora et labora”), este último, material o intelectual, pues disponen de talleres y biblioteca. Al lado del monasterio antiguo funcionó la escuela para la gente del común, y alrededor surgieron ciudades. Los benedictinos salvaron la cultura de la Antigüedad, la libraron de la destrucción causada por los bárbaros. 
 Fraile- En la Edad Media la Iglesia sufrió notable descaecimiento. Aparecieron entonces las Órdenes Mendicantes de San Francisco de Asís, Santo Domingo de Guzmán y otras fundadas por varones ilustres de la cristiandad. Los frailes se propusieron vivir los consejos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad, y de vivirlos en comunidad, pero proyectándolos al mundo mediante la evangelización y la catequesis. Para esto se situaron cerca de las ciudades, en los conventos; llevaban la vida comunitaria de muros para adentro, y hacían apostolado y misiones de muros para afuera. Los Agustinos Recoletos (“recolectados”, recogidos) no son monjes sino frailes (“fratres”, hermanos).
 Monjes y frailes, monjas y hermanas, constituyen el establecimiento eclesiástico de los religiosos, denominados también, últimamente, consagrados. Estas dos denominaciones no son perfectamente adecuadas, porque religiosos somos todos los que practicamos la religión, y consagrados somos todos los bautizados. No obstante, esos dos vocablos sirven para distinguir a aquellos cristianos que no forman parte de la jerarquía y no se dedican a la vida secular (“saeculum” es el “siglo”, esto es, el mundo) sino a la “regular” (bajo una “regula”, regla o reglamento). Monjas son las religiosas de vida contemplativa, aplicadas principalmente a la oración; las de vida activa combinan oración y acción misionera o apostolado, según el carisma de la respectiva orden o congregación, y no se llaman monjas sino hermanas.
 Cura- Es el presbítero con cura de almas, es decir, el que atiende a los fieles en la vida ordinaria de estos. Los párrocos son curas, como también los presbíteros que ayudan a los párrocos en las parroquias. Los demás presbíteros no somos curas: los que trabajan en la educación, en las oficinas diocesanas, en la pastoral social, etc. Tampoco somos curas los conocidos como “eméritos” por haber llegado a la cima de los setenta y cinco, gracias a Dios.
 Atentamente,
Observador católico

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