Indiferencia de los buenos
 Señor director:

Manizales se considera en la actualidad una de las ciudades líderes y modelo en muchos
aspectos en el país, es como si estuviéramos en la antesala de la civilidad y el desarrollo, pero
hay muchos aspectos que nos devuelven a la era de las cavernas.
Para no ir muy lejos, empecemos por el transporte público, las busetas no solo expelen toneladas de humo que envuelven a los ciclistas temerarios de la ciclorruta contrahecha de la 23, o a los habitantes de los barrios aledaños al morro Sancancio por donde circulan estos
vejestorios de hierro, y los de la administración no lo ven.
Taxis y busetas hacen el pare en cualquier parte dejando sus pasajeros en mitad de la calle, y los de la administración no lo notan.
Las motocicletas circulan a toda velocidad zigzageando alrededor de peatones y carros en una actitud desafiante, y a los de la administración pareciera no importarles.
Los andenes son desiguales, pierden las tapas de los servicios y a nadie en la administración le preocupa.
Muchos policías acostados, pierden la pintura o nunca la han tenido, constituyendo trampas mortales para ciclistas y motorizados, y en la administración nadie se percata.
Para sumarle a todas estas condiciones desastrosas de la calle, mal llamada espacio público, ya nos quitaron el derecho de parquear los carros, pues toda la ciudad es un parqueadero privado de muy buen recaudo en las llamadas zonas azules, más costoso que los
parqueaderos privados, estratagema con la que le sacan del bolsillo la platica al desprevenido ciudadano trabajador de clase media.
Señor director, ¿será que la administración tampoco se ha dado cuenta? ¿qué destino tendrán esos dineros? ¿habrá riesgo de que nos cobren la circulación peatonal, el oxígeno que respiramos o el agua lluvia?
Aquí toca invocar de nuevo la famosa sentencia de Martin Luther King: “Lo preocupante no es la
perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”.
Felipe Marulanda M.

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