La orquesta del Parque Caldas
Señor director:
Cuando las sombras de una noche siempre oscura, muy oscura y después de un largo insomnio y con los ojos cansados y marchitos pidiendo reposo incrustados en un rostro demacrado y agobiado por las tinieblas, empiezan a morir al encontrarse con las embrujadas luces de un nuevo día, terminando en un fraternal abrazo de despedida, las unas para internarse en las profundas cavernas de una oscuridad sin fin y las otras naciendo resplandecientes al compás de un nuevo amanecer. Sombras que se llevan por el camino de un ayer, secretos de experiencias sublimes sin regreso.
El galope de un nuevo día acariciando la faz de la tierra, estimula la vida que se manifiesta en movimientos concientes unos, inconcientes otros, pero…, que son el tilín de un nuevo amanecer lleno de fuerza invitando a despertar, a dejar la inactividad que semeja la semblanza de una muerte que no trasciende y de la cual se puede regresar para continuar sembrando sueños en el mundo de las fantasías sin límites y a veces sin sentido.
El reloj del tiempo empieza a caminar señalando los nuevos rumbos de un camino con rutas conocidas para unos y de inciertas incógnitas llenas de incertidumbres para otros.
La Basílica es testigo de cómo este nuevo amanecer enciende la lámpara de la fe, de las creencias heredadas de nuestros antepasados que madrugaban a sembrar con amor y dolor el pan amasado con lágrimas y honradez en la verde campiña de la abundancia regada con las bendiciones del padrenuestro y la dulce plegaria de avemarías llenas de amor y optimismo que crean abundantemente para luego florecer con hermosas espigas llenas de frutos en abundancia para alimentar la vida de los seres vivos en un mundo lleno de interrogantes, de contradicciones y de sueños. La estatua de Francisco José de Caldas permanece inmóvil, ignorada en medio de tanta indiferencia en un departamento que lleva su nombre y en una ciudad pletórica de universitarios, cargando con nostalgias su honroso título de sabio.
Las flores, como adornos naturales, los pocos árboles y las escasas palmas, otean desde su altura la belleza del paisaje y se dan el saludo mañanero con el hermoso guadual en el cual duermen “pájaros cordiales “al aire libre en una ciudad arrullada por la ternura de la noche y la alegría de un nuevo despertar.
Ah…, ¡qué espectáculo nos regala la naturalezas al empezar cada día¡ ¡Qué maravilla de polifonía al morir la noche y nacer el nuevo día ¡Lo único que hay que hacer es abrir los oídos, los ojos y alelados contemplar con la sensibilidad de admirar con placer y contemplativamente las preciosas interpretaciones de esta orquesta natural que sin protocolos y completamente gratis ofrece con todos sus cantores revoloteando en lo alto del guadual como hotel de cinco estrellas. Es la orquesta de estas aves madrugadoras que con sus finos cantos nos alegran y nos invitan a dejar el sueño, la cama y con gran optimismo y mucho entusiasmo decirle al día: Buenos días, ¡Es el milagro de la vida!
Que delicia es estar frente a este hermoso guadual a las 6 a.m.
Cordialmente
Elceario de J. Arias Aristizábal
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