La Fundación Alejandro Ángel Escobar (FAAE) anunció los cinco ganadores y cinco menciones de honor de los Premios Nacionales de Ciencias y Solidaridad 2025, considerados el reconocimiento más importante que se otorga en Colombia a quienes dedican su vida al conocimiento y al cuidado de los demás.
Cada año, desde 1955, la FAAE reconoce investigaciones científicas de alto impacto social y proyectos solidarios que transforman comunidades.
“En esta edición un profesor de una escuela rural hace brotar energía limpia de los residuos de las queserías campesinas. Un equipo médico, tras veinte años de vigilancia, convierte datos en esperanza. Una historiadora ilumina las raíces de la violencia contra los pueblos indígenas en la frontera del Catatumbo. Una fundación transforma el duelo en fuerza creadora para las familias de policías víctimas del conflicto armado. Y otra convierte la ciencia y la humanidad en esperanza para quienes han estado en los márgenes”, señala Adriana Correa Velásquez, directora ejecutiva de la FAAE, refiriéndose a los ganadores de esta versión de los premios.
Como en años anteriores, fueron galardonadas las mejores investigaciones científicas y trabajos solidarios en cuatro categorías: Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; Ciencias Sociales y Humanas; y Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible y Solidaridad.
En Ciencias Exactas, Físicas y Naturales fue premiado un trabajo del colectivo que lidera el genetista Ignacio Zarante Montoya, docente de la Universidad Javeriana, quien coordina un programa de vigilancia epidemiológica de defectos congénitos. Esta iniciativa, desarrollada en alianza con la Secretaría de Salud de Bogotá, lleva dos décadas reduciendo la mortalidad infantil. Se trata de un trabajo pionero en salud pública que ha marcado un antes y un después en la prevención de estas enfermedades en el país.
En la categoría de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible —Camila Botero Restrepo—, el ganador es el ingeniero químico de la Universidad Industrial de Santander Jaime Jaimes Estévez, quien demostró que el biochar —un carbón vegetal— optimiza biodigestores en climas fríos, logrando mayor producción de metano y abono orgánico. Su hallazgo promete transformar la seguridad energética y ambiental del campo colombiano.
En Ciencias Sociales y Humanas fue reconocida Marisol Grisales Hernández, antropóloga que investigó la incorporación de los pueblos indígenas Yukpa y Barí a la Nación (1863–1983). Su trabajo revela cómo misiones religiosas, petroleras y académicos ejercieron funciones estatales en el Catatumbo y la serranía del Perijá, iluminando las raíces históricas de los conflictos actuales en esa región.
En la categoría de Solidaridad, uno de los reconocimientos fue para la Fundación Corazón Verde, con sede en Bogotá. Con 27 años de trayectoria, ha brindado vivienda, educación y apoyo psicológico a más de 52.000 viudas e hijos de policías afectados por el conflicto armado. Su modelo autosostenible, impulsado por ferias, subastas y el festival gastronómico Alimentarte, es ejemplo de innovación en empresas sociales.
También en Solidaridad fue premiada la Fundación Antioqueña de Infectología – FAI-, con sede en Medellín. Con 18 años de trabajo, ha liderado programas de prevención y atención de enfermedades infecciosas, en especial VIH/sida, garantizando acceso al sistema de salud para miles de personas. Atiende prioritariamente a poblaciones vulnerables como inmigrantes, comunidad LGBTIQ+ y habitantes de calle.
Además de los cinco Premios Nacionales de Ciencias y Solidaridad, el jurado —integrado por 13 especialistas—concedió cinco menciones de honor. Entre ellas figuran el desarrollo de biocerámicos para regeneración ósea de July Andrea Rincón López; Pensar con los peces, estudio sociológico de Juan David Arias Henao; el manual de monitoreo de biodiversidad, coordinado por Lina María Sánchez Clavijo y un equipo de 70 investigadores; la tesis doctoral de Leidy Jazmín Torres Cendales sobre violaciones de mujeres en la Colonia; y la teoría matemática de Andrés Felipe Uribe Zapata y Diego Alejandro Mejía Guzmán sobre los números reales y su estructura.
Una gala para celebrar
Este anuncio coincide con la conmemoración de los 70 años de la Fundación Alejandro Ángel Escobar, considerada la institución privada más prestigiosa en el fomento de la ciencia y la solidaridad en Colombia. Desde su creación en 1955 —gracias al legado del empresario paisa Alejandro Ángel Escobar, inspirado por la Fundación Nobel—, la FAAE ha entregado 561 premios y menciones de honor, y a través del Fondo Colombia Biodiversa, ha entregado 176 becas a estudiantes de pregrado y maestría de diferentes programas académicos en universidades del país, y más de 20.000 millones de pesos en premios. Su prestigio ha hecho que muchos conozcan estos galardones como el “Nobel colombiano”.
Para celebrar este legado, la Fundación realizará una gala sin precedentes la tarde del miércoles 1 de octubre en el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, en Bogotá, con el estreno de tres obras musicales, y una creación visual, que transformará la memoria de la Fundación bajo la curaduría de Nova et Vetera. El evento será transmitido en directo a través del canal de YouTube de la FAAE.
Y en noviembre lanzará Fiebres Lúcidas, un pódcast narrativo —la serie sonora de la FAAE— que revela las vidas y hallazgos de investigadores que hicieron ciencia de talla mundial desde Colombia y han sido reconocidos por la FAAE. “En un país acostumbrado a contarse desde el conflicto, este es un relato distinto: un relato de pasión y persistencia. De quien persigue una pregunta para toda la vida”, agrega la directora ejecutiva, Adriana Correa Velásquez.
“El arte nos ayuda a traducir los hallazgos técnicos a lenguajes sensibles, como el sonido, la imagen o el relato. Por eso celebramos con arte: la memoria de la Fundación se volverá un lienzo de luz mientras estrenamos piezas musicales de los compositores María Angélica Valencia, Damián Ponce y Mateo Molano, inspiradas en la biodiversidad y en el conocimiento”, destaca la directora ejecutiva de la FAAE.
La gala se transmitirá en vivo por el canal de YouTube de la FAAE.
SOBRE LOS PREMIADOS
Categoría: Ciencias Exactas, Físicas y Naturales

Título de la investigación: Impacto de la vigilancia epidemiológica y estrategia de seguimiento en la reducción de la morbimortalidad infantil por defectos congénitos en Bogotá: 20 años de esfuerzo. Estrategia de vigilancia intensificada de los defectos congénitos.
Autores: Ignacio Zarante Montoya, Adriana Maritza Guaca Ruiz, Shirly Johana Puentes Mahecha, Diana Patricia Gracia Meza, Xiomara Del Pilar Fernández Bernal y Santiago Andrade Villamil.
Ciudad: Bogotá
El mapa de un primer llanto: veinte años de datos convertidos en esperanza para miles de bebés
Con un apretón de manos entre los responsables de la Secretaría de Salud y el Instituto de Genética Humana de la Universidad Javeriana se puso en marcha, en 2004, un programa de vigilancia epidemiológica que le permitió a Bogotá dar un giro en la lucha contra los defectos congénitos, la principal causa de muerte en los menores de un año.
Desde entonces, cada vez que nace un bebé en un centro médico de la capital, un doctor lo examina mediante un protocolo latinoamericano. Si detecta un defecto, lo registra como un ‘caso’. El siguiente bebé sano del mismo sexo que nazca en ese hospital será el ‘control’. Tras comparar las historias clínicas, se identifican las diferencias que pueden tener relación con la tara observada. Esta metodología (caso-control) es clave para hallar posibles causas.
En 2012, el programa se incorporó al Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública. La iniciativa fue replicada en Cali por la Universidad Javeriana y la Alcaldía de esa ciudad.
“Este esfuerzo conjunto ha permitido la identificación temprana de esas condiciones y la formulación de políticas fundamentadas en evidencia científica, con un impacto en la morbimortalidad infantil en Bogotá”, destaca el médico genetista Ignacio Zarante, docente investigador y representante del colectivo.
Entre 2018 y 2023, se redujo casi a la mitad la mortalidad en menores de 5 años por defectos congénitos. Sin embargo, la prevalencia de estos alcanzó en 2024 un pico de 622,7 casos por cada 10.000 nacidos vivos, muy por encima de la media nacional. Lejos de ser una contradicción, estos dos datos reflejan una mejor vigilancia y diagnósticos más precisos.
En cuanto a la investigación en ciencias básicas, desarrollada en su mayor parte con el Hospital San Ignacio, se han identificado genes y alteraciones del ADN asociados a defectos del cráneo y la cara, así como genitourinarios.
Categoría: Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible - Camila Botero Restrepo

Título de la investigación: Mejoramiento de la biometanización psicrofílica de lactosuero mediante el uso de biochar como soporte orgánico.
Autor: Jaime Jaimes-Estévez, ingeniero químico, PhD de la Universidad Industrial de Santander (UIS). Docente de cátedra de la UIS en Bucaramanga.
Ciudad: Bucaramanga
Un profesor de una escuela rural hace brotar energía limpia de los residuos de las queserías campesinas
La digestión anaeróbica es un proceso natural en el que microorganismos descomponen la materia orgánica y la transforman en metano y nutrientes. En Colombia se lleva a cabo en biodigestores (tanques) y es clave para producir energía renovable y gestionar los residuos en las zonas rurales.
Sin embargo, en gran parte del país enfrenta un obstáculo: las bajas temperaturas. Cuando el biodigestor se enfría, los microorganismos reducen su actividad, lo que disminuye la capacidad para degradar los desechos y la generación de biogás, que se usa para producir fuego y calentar los alimentos y el ambiente.
Una investigación doctoral del ingeniero químico Jaime Jaimes-Estévez ofrece una solución innovadora y económica: agregarle al proceso biochar, un carbón vegetal que se obtiene al calentar biomasa –en este caso, madera de pino– a más de 350 °C. El secreto de su éxito radica en que es altamente poroso y absorbente, es conductor y, además, alcalino. Esto lo convierte en un soporte ideal para los microorganismos, que se adhieren a su superficie y forman biopelículas, lo que acelera y estabiliza la producción de metano.
En el laboratorio, el uso de biochar aumentó en más de un 40% la generación de este gas. Además, evitó la acumulación de ácidos grasos volátiles y los cambios bruscos de pH, que paralizan los biodigestores. Estos resultados se confirmaron en un biodigestor doméstico: sin necesidad de calentarlo, la eliminación de ácidos grasos alcanzó el 91,9% y la producción de metano creció un 30%. La huella de carbono y el consumo de recursos fósiles se redujeron un 85% y un 93,7%, respectivamente.
Uno de los elementos más inspiradores del trabajo de Jaimes-Estévez fue su empeño en que el conocimiento no se quedara en el laboratorio. Su meta siempre fue llegar a las familias campesinas con una herramienta para suplir sus requerimientos energéticos cotidianos. Con el fin de lograr que hicieran suya la tecnología, organizó talleres y obras de teatro comunitarias que enseñaban cómo funciona la digestión anaeróbica mejorada con biochar.
Su investigación demuestra que, en zonas rurales frías, el biochar puede aumentar el acceso a energía renovable y fertilizantes, y reducir la dependencia de la leña y el propano.
Categoría: Ciencias Sociales y Humanas

Título de la investigación: Transformar al salvaje: incorporación y gobierno de los motilones en Colombia (1863-1983).
Autora: Marisol Grisales Hernández, doctora en Historia e investigadora del grupo Cultura, Violencia y Territorio, del Instituto de Estudios Regionales (INER) de la Universidad de Antioquia.
Ciudad: Bogotá y Medellín
Una historiadora ilumina las raíces de la violencia contra los pueblos indígenas en la frontera del Catatumbo
Una carta del pueblo Barí al Papa para abrir los archivos de las misiones en el Catatumbo y una sentencia que ordenó delimitar el territorio ancestral Yukpa, ambos hechos ocurridos en 2017, son la punta más visible de la historia sobre cómo Colombia intentó incorporar a la nación a los llamados motilones.
‘Motilones’ fue el rótulo colonial para diversos pueblos de la serranía del Perijá y el Catatumbo; hoy se habla de dos etnias: Yukpa (Perijá) y Barí (Norte de Santander en Colombia y Zulia en la frontera con Venezuela).
Inspirada por su trabajo de caracterización de poblaciones para la Unidad de Restitución de Tierras, la antropóloga Marisol Grisales reconstruye la historia de esos dos pueblos indígenas –poco estudiados– y relata cómo, entre 1863 y 1983, el Estado delegó varias de sus funciones en “actores poco convencionales”.
Su investigación Transformar al salvaje, con la que obtuvo su doctorado en Historia, se remonta a la creación de los “territorios nacionales”, cuyo fin era integrar zonas “baldías” y poblaciones “salvajes”. Más adelante, la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887 consolidaron un régimen de tutela religiosa: misiones capuchinas, escuelas y orfelinatos para imponer el castellano, los oficios y las rutinas. A inicios del siglo XX llegaron las concesiones, como la de la familia Barco, y los campamentos petroleros. En los años 60 se implementaron instancias técnicas y académicas, pero se mantuvo la lógica tutelar.
Ese “gobierno delegativo” oficializó y consolidó la visión de los indígenas como menores de edad –con la consecuente negación de sus propias formas de gobierno–, redujo la responsabilidad de las autoridades centrales –que se alimentan de los recursos de esos territorios pero no retribuyen con presencia institucional– y legalizó el despojo.
El libro recurre a archivos locales y europeos para mostrar cómo las misiones controlaron espacio, trabajo y movilidad; cómo las petroleras ocuparon y deslindaron la tierra, y cómo los etnólogos clasificaron a los motilones y asesoraron al Estado en la titulación de resguardos, ya reducidos a su mínima expresión.
El Estado no aparece aquí como institución, sino como un entramado de prácticas. En la frontera, Colombia no estuvo ausente, sino que delegó. Y esa decisión política dejó huellas en el territorio y la vida de los pueblos. Las disputas actuales, incluidas las que genera el control que ejercen los grupos ilegales, están ancladas en ese siglo de gobierno tercerizado.
Categoría: Solidaridad

Organización: Fundación Corazón Verde
Año de creación: 1998
Sector: Desarrollo social- Bogotá
Directora ejecutiva: Paula Villada Vélez
Corazón Verde: 27 años al lado de quienes le ponen el pecho al conflicto armado
Mejorar la calidad de vida de las familias de policías víctimas del conflicto y no olvidar a los uniformados que mueren por el país. Así resume Paula Villada, directora ejecutiva de la Fundación Corazón Verde, el trabajo de esta institución.
Su historia se remonta a 1998. En febrero de ese año, un grupo de empresarios convocados por Carlos Alberto Leyva para celebrar a Rosso José Serrano –nombrado el mejor policía del mundo por sus golpes al narcotráfico– decidió atender el llamado del general, quien les dijo que el mejor homenaje que podían hacerle era ayudar a las viudas de los hombres caídos bajo su mando.
Desde entonces, su foco de atención ha estado sobre estas mujeres, que en la mayoría de los casos son muy jóvenes y tienen hijos. “Quedan muy perdidas y se aferran a la fundación como una guía. Llegar en el momento oportuno y que se sientan acompañadas genera un vínculo especial”, dice Villada.
Corazón Verde se caracteriza por ser autosostenible. Sus ferias de arte, subastas y festivales gastronómicos –como Alimentarte– han congregado a más de un millón y medio de personas y han generado recursos para más de 52.300 familiares de uniformados asesinados o en condición de discapacidad. Solo el año pasado, la fundación distribuyó 11.000 millones de pesos.
Su programa Edificarte ha entregado 352 casas. Unos 9.500 niños han terminado el bachillerato con las becas Grado Once, y más de 7.300 personas han recibido apoyo en sus procesos de duelo gracias al plan Presentes. Una iniciativa más reciente, Vincularte, financia a jóvenes de pocos recursos que sueñan con unirse a la Policía Nacional.
A través del Premio Corazón Verde se han entregado más de 2.400 millones de pesos a 273 uniformados destacados por actos heroicos, incluidos 29 que recibieron el título del mejor policía del año. “No tienen claro que son unos héroes, pero todos son dignos de un documental”, subraya la cabeza de la fundación.
En un país que entre enero y de 2025 despidió a 107 miembros de la Fuerza Pública asesinados en actos del servicio, más del doble que en el mismo lapso del año 2024 y la cifra más alta en al menos una década –según los datos del Ministerio de Defensa–, la Fundación Corazón Verde parece tan necesaria como hace 27 años.
“Es muy triste el retroceso que estamos dando. Otra vez las vidas de nuestros policías tienen un precio. Debemos romper el odio y entender que los gobiernos pasan y las fundaciones quedan”, concluye Villada.
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