No hay un solo niño que no haya llamado a su madre llorando, y no hay madre a quien su hijo no le haya costado lágrimas. En la vida hay penas difíciles de superar, y entre ellas la pérdida de un hijo, que es lo que nos tocó vivir, pero su intangible presencia nos da la fortaleza que tanto necesitamos, así como él disputó la vida que el Señor le dio, también en su momento se preparó para el encuentro con Dios. No eches a perder esas lágrimas, no te las tragues porque son abrasadoras y amargas; no las derrames sobre la tierra porque se convierten en barro, elévalas al cielo y brillarán como perlas a los rayos del sol. Solamente la fe seca nuestras lágrimas y es un remedio eficaz para nuestra tristeza. Por eso, querido hijo, hoy que estás al lado del Señor, igual de feliz como vivías al lado de nosotros, queremos rendirte un homenaje de agradecimiento por ser como fuiste y ofrecerte nuestras oraciones, porque no estás presente en cuerpo, pero vivirás por siempre en nuestros corazones. Que la paz que ahora disfrutas sea la fortaleza para seguir adelante hasta que Dios disponga su santa voluntad. Tus padres, Ramiro Giraldo Garzón, Gladys Elena Castaño Molina, Tus hermanos, Diana Giraldo Castaño, Santiago Giraldo Castaño.
Misa: Domingo 9 de noviembre, Iglesia La Presentación de la Santísima Virgen María - La Carola – 7:00 p.m.