Foto | Lector | LA PATRIA
María Etelvina Londoño, de 80 años, dejó una huella imborrable en la vereda Llano Grande de Neira y Manizales, no solo a través de su pasión por la cocina, sino también por su inquebrantable generosidad y carácter.
Desde su infancia, observó a su madre preparar frijoles, sopa de mondongo, sancocho, morcilla y tamales, conocimientos que más tarde cimentarían el éxito del negocio familiar, el restaurante Milancito que lo fundó en Manizales.
En 1959 conoció a Juan de Jesús Zuluaga, quien transformó una casa para convertirla en lugar de baile y aunque el negocio no prosperó volcó sus esfuerzos hacia el restaurante haciendo que fuera el punto de encuentro de Manizales.
María Etelvina, junto a sus hermanas Georgina, Sergina y Adalgiza, integró el negocio con la vida familiar, criando a sus hijos, Gloria Inés, Jhon Jairo y Juan de Jesús, en ese mismo espacio. Su vida estuvo profundamente entrelazada con el restaurante.
Con la preparación del "plato montañero", conocido por muchos como bandeja paisa, catapultó a Milancito al estrellato gastronómico. Las largas filas durante las ferias de la ciudad y el ajetreo en el parqueadero reflejaban el éxito del restaurante.
A pesar de no haber terminado la primaria y de haberse casado joven demostró un liderazgo y un sentido de la humanidad admirable. Contrató a mujeres cabeza de familia, brindándoles oportunidades laborales y ayudando a sus familias.
María Etelvina fue una mujer generosa. Su legado no solo se mide en la fama del restaurante, sino en la manera en que tocó vidas y dejó una marca de solidaridad en aquellos que la conocieron. Será recordada por su dedicación al arte culinario y por Milancito, un lugar querido por todos. Su legado perdura, no solo en el sabor de sus platos, sino en el impacto duradero que tuvo en su comunidad.
Su familia agradece a todos aquellos que han mostrado su apoyo y cariño durante este tiempo de duelo. Gracias por honrar la memoria de una mujer que dedicó su vida a servir a los demás.