 
        Foto | Lector | LA PATRIA
Martín, quizá siempre hemos pensado que habría más tiempo, y algunos de nosotros nos quedamos con el remordimiento de no haberle dicho lo importante que era para nosotros. Nunca le dije que lo consideraba parte de mi familia, que usted y los suyos eran siempre parte de mi casa, y muchos de los aquí presentes, estoy segura, lo tenían en el corazón. Usted fue una persona tan buena, amaba la vida, amaba su ciudad Manizales, amaba su trabajo; se caracterizó por ser buen hijo, buen esposo, buen amigo, un gran ser humano. El hecho de que quisiera donar sus órganos habla de su generosidad; usted era así, de acciones, no de palabras.
Siempre admiré su forma de ser optimista, tal vez la persona más positiva que he conocido. Y desde el fondo de nuestro corazón, a pesar de la tristeza, sus amigos le decimos: “Qué chimba haber conocido un ser como usted, que compartiera su forma de ver la vida con nosotros, viviendo cada día como si fuera el último, con su sonrisa en el rostro, con calma, con tranquilidad, con alegría, sin nunca juzgar a nadie, con su don de gente”. Martín era respetado y querido tanto por el celador como por el gerente.
Tenía sus metas llenas de sueños y kilómetros por recorrer. Usted siempre será amado por todos y esperamos encontrarnos con usted en todas las vidas siguientes. Creo que la mejor manera de honrar su vida será recordando lo increíble que fue, por su amistad, por enseñarnos a trabajar cada día por los sueños.
Gracias por los viajes compartidos, por las risas, gracias por las fiestas, gracias por los encuentros en las fincas, gracias por las cenas, gracias por la compañía en los malos momentos. Pero sobre todo, gracias por amar tanto a Nasly, su esposa, amante y amiga, por construir juntos esa pareja tan increíble, tan sólida, tan relajada, siempre contentos y listos para hacer cualquier plan. Siempre amables, humanos, bondadosos y dados a los demás.
El dolor no se va, quizás nunca se vaya, pero tal vez ese sea el punto: que lo llevaremos con nosotros hasta el final de nuestros días. Y lo extrañaremos más cuando escuchemos un vallenato, un reggaetón o música de despecho, pero yo sé que usted estará cantando junto a nosotros allá, en la otra dimensión. Aquí estaremos pensándolo y amándolo: Posi, Cleo, Pascual, sus amigos y su familia.
Que ojalá, donde usted esté, nos dé fuerzas y nos sostenga para continuar con los proyectos que soñamos. Desde aquí, de lo terrenal, le decimos que seguiremos tratando de mirar la vida como usted la veía, y que ojalá, donde esté, siga sumando kilómetros de luz y esperanza para brillar por siempre.
¡Su amiga!
 
 
		 
		 
	 
	 
	 
	