Si pudieran sumergirse por un breve instante en las profundidades de mi ser, descubrirían el inmenso amor que les profeso. En este día tan especial, deseo expresar lo que late en el rincón más profundo de mi corazón.
Mi querida madrecita, hoy celebras tu 94 cumpleaños, una cifra que agradezco a Dios por permitirnos disfrutar de tu presencia, de esa esencia maravillosa que siempre nos ha iluminado. Has sido un faro de sabiduría, bondad y paciencia, un ejemplo vivo. Podría decir innumerables cualidades que te adornan, pero quedaría corta en el intento. Eres, simplemente, mi todo.
A ti, mi querido padre, un hombre ejemplar repleto de sabiduría y bondad, te miro como un faro de inspiración. Observo en ti el camino para liderar mi hogar con amor, siguiendo el patrón que has tejido junto a mi madre durante 67 años, caminando juntos de la mano.
Su unión ha sido el faro que ha iluminado mi existencia, el legado de un amor incondicional que ha marcado cada uno de mis pasos. En cada gesto, en cada palabra, he encontrado la fortaleza para forjar mi propio camino.
En este día tan especial, mi deseo es expresar la gratitud que desborda mi alma. Su presencia es el regalo más valioso que la vida me ha otorgado. Cada enseñanza, cada risa, cada abrazo, son como tesoros invaluables.
Los amo más allá de las palabras, más allá del tiempo. Su guía ha sido mi refugio en las tormentas y mi luz en los días oscuros. Les agradezco por ser mis pilares y por su amor infinito.
Con amor eterno, Blanca Inés Valencia Alarcón