Pereira es un vitral de personas variopintas. En la capital risaraldense florecen los viajeros que encontraron en ese pedazo de la cordillera central una respuesta para su vida. 

Desde sus orígenes la ciudad fue el compendio de un país que convulsionaba, y que encontraba refugio en la Perla del Otún bajo la promesa de libertad, como si al llegar a Pereira los forasteros pudieran ser, sin sentir las presiones de otros lugares. 

Quizá por eso se ha erigido una ciudad abierta y emprendedora, que edifica sus emociones a través de un clima bipolar, bordeando las querencias cálidas y los estruendosos aguaceros vespertinos que duran tres cafés. 

Su cara más oscura, no es por lo trasnochadora –que es otra muestra del carácter trabajador–, sino por la poca certeza que tienen sus hijos de florecer en sus praderas. 

La migración sigue siendo una de las formas que construyen identidad. Los que llegan ya son pereiranos –a pesar de sus costumbres–, y los que se van nunca dejan de serlo –a pesar de sus nostalgias. 

No es fácil definir qué rasgos definen la pereiranidad. No hay añoranza de un legado europeo, ni hallazgos de una cultura indigena que haya dominado sus montañas, tampoco fue el lugar elegido por los esclavizados. Pero si tiene un poquito de cada uno. 

La dificultad radica, principalmente, en buscar una respuesta cuando hay muchas. Así lo hace saber el colectivo de arte urbano, Revolucionarte, que asume la tamaña tarea de pintar un mural de piso sobre la pereiranidad. 

La obra, que apenas da sus primeras pinceladas, estará en la Plaza Cívica Ciudad Victoria, entre el centro comercial y el puente que conduce a la Calle del Encuentro. 

El proyecto está liderado por Cristian Martínez, más conocido como Eterno, director de arte de la Fundación Revolucionarte, y por Yefer Marín, director general de la organización. 

Ambos explicaron el significado del diseño, las razones detrás de cada figura y lo que ha implicado trabajar en una zona donde el movimiento de personas nunca para.

La mezcla como identidad

Cristian Martínez explica que el diseño nace del deseo de representar “esa mezcla de calidez, amabilidad y pertenencia que caracteriza a la gente de Pereira”. 

La obra toma como punto de partida el himno de la ciudad, al cual se incorporan colores cálidos que evocan los atardeceres y ese “calorcito del corazón que tiene la gente”.

El mural inicia con el rostro de una mujer pereirana, elemento clave del diseño. Eterno lo resume así:

“En el himno hay una estrofa dedicada a las mujeres, y en Pereira siempre se habla de la ciudad Querendona y Trasnochadora. Queríamos representar esa fuerza femenina desde un inicio”.

La mujer lleva una “matica de café” a modo de corona, una reinterpretación del laurel presente en símbolos históricos y una manera de dar “realeza” al café y al rol de las mujeres en la cultura local.

Desde lo Quimbaya hasta las golondrinas

El mural está diseñado como un vitral que muestra los rasgos de la ciudad: el sol que ilumina las montañas, recordando los paisajes cotidianos de la Perla del Otún.
Luego la imagen de un campesino, figura que rinde homenaje a recolectores, arrieros y trabajadores del campo, “la gente que nos da de comer todos los días”.
La rana quimbaya, tomada directamente del escudo de Pereira, como recordatorio del legado ancestral. También hay presencia de una abstracción frontal del viaducto César Gaviria Trujillo, uno de los íconos más reconocibles de la ciudad.
Y por último una golondrina, símbolo de migración, libertad y movimiento. Sobre este último elemento, Eterno agrega.

“Pereira es una ciudad de migrantes. Mucha gente llega buscando oportunidades o huyendo de la violencia. Ese flujo nos ha construido y sigue impulsando el crecimiento”.

El mural culmina con una flor, símbolo del florecer del progreso en Pereira.

El reto técnico: pintar un mural de piso en pleno centro

Yefer Marín detalla la magnitud del trabajo. Trabajar bajo el sol del mediodía en pleno centro de la ciudad es enfrentar dos retos. El exceso de luz y direccionar a las personas que no ven las cintas de prohibido pasar.

“Aquí pasan entre 15.000 y 20.000 personas al día. Eso exige materiales especiales, análisis del piso de adoquín y técnicas que garanticen durabilidad y seguridad”.

El proceso incluyó estudios de adherencia, aplicación de materiales antideslizantes y trazos hechos inicialmente sin dron, utilizando cuadrícula y precisión a mano. Sólo después se verificaron los avances con apoyo aéreo.

Trabajo con habitantes de calle

Uno de los aspectos más significativos del proyecto es la participación de usuarios del albergue de habitantes de calle de Pereira, quienes se sumaron como voluntarios en jornadas de apoyo.

Marin lo describe como una experiencia profundamente humana: “Es reconocer sus historias, su humanidad. Ellos están felices de estar aquí, de aportar. Algunos, incluso en su día libre, quieren volver a trabajar en el mural. Eso es muy poderoso”.

Cuando se les pregunta qué significa la pereiranidad, Marín responde: “Pereira es diversa, migrante, cálida. Nos unen nuestras mujeres, nuestra herencia quimbaya, nuestra cultura cafetera, el sentido de progreso y de ciudad futuro. Este mural intenta reunir todos esos símbolos que compartimos”.

Un cierre de año y un punto de partida

Aunque Revolucionarte tiene otros proyectos en curso, este mural será probablemente la intervención más grande con la que cierran 2025. 

Con esta obra, el colectivo completa cuatro grandes murales en esta zona de la ciudad, consolidando un impacto artístico que transforma el espacio público y profundiza el vínculo entre arte y ciudadanía.

“Nos vemos crecer cada vez más”, dice Cristian.

Haga clic aquí y encuentre más información de LA PATRIA. Síganos en Facebook, Instagram, YouTube, X, Spotify, TikTok y en nuestro canal de WhatsApp, para que reciba noticias de última hora y más contenidos