Foto | Tomada de La Feria del Libro de Manizales l LA PATRIA El periodista y escritor Jaime Monsalve vuelve el 5 de septiembre a Manizales para presentar su libro En surcos de colores
“Colombia es rica en música, el libro es una manera de celebrarlo. Como melómano y como coleccionista de viejos discos, me ha interesado mucho el pasado de nuestra música para establecer mediante ese pasado lo que es su presente y lo que podría ser su futuro”.
Lo anterior lo dijo Jaime Monsalve en entrevista con LA PATRIA Radio en diciembre del 2024, refiriéndose a su libro En surcos de colores de Rey Naranjo Editores, que narra la historia de la música colombiana a través de 150 discos.
En el libro aparecen desde grabaciones históricas de música colonial, hasta los éxitos más actuales de artistas contemporáneos.
“En esta selección encontramos artistas como Guillermo Buitrago, Garzón y Collazos, Noel Petro, Lucho Bermúdez, Shakira, Juanes y Karol G, entre muchos más. Esta compilación de artistas le garantiza al lector un recorrido por los diferentes géneros musicales del territorio colombiano como el porro, la cumbia, el bambuco, el currulao, la contradanza, la salsa, la carranga, el rock, el pop, el jazz, el reggaetón, y más”, indican desde la editorial.
Jaime Andrés Monsalve es manizaleño, comunicador social y periodista de la Universidad Javeriana de Bogotá y actualmente es jefe de Programación Musical de la Radio Nacional de Colombia.
El escritor vuelve a su ciudad donde presentará "En surcos de colores" en la Feria del Libro de Manizales.
La charla será este viernes (5 de septiembre) a las 6:00 p.m. en el Centro Cultural Rogelio Salmona. Allí conversará con el periodista y músico de Manizales, Andrés Felipe Rivera Motato.
Y dentro de los 150 discos que menciona aparece la reseña a la banda de la capital caldense Kraken. La editorial Rey Naranjo autorizó y permitió a LA PATRIA replicar esa mención a modo de abrebocas para los lectores interesados en esta publicación:
Kraken
A Rafa y a Javi, que se mantuvieron reales
El séptimo titán de la mitología griega hizo su arribo a nuestras vidas, hasta donde recuerdo, en forma de fotocopia, con un dibujo maltrecho de la célebre bestia marina y el anuncio de un concierto en el coliseo de Manizales.
Era su primera gira nacional y, con ella, se abría la posibilidad de que unos pocos jóvenes interesados en el sonido del heavy metal descubriéramos las buenas cosas que podían hacer nuestros representantes criollos. Para demostrarlo estaba la banda de Medellín con su sentido épico de la interpretación, los solos de guitarra poderosos, unas letras que te invitaban a ir, ver y vencer.
Y, por encima de todo, estaba Elkin. El colosal Elkin Fernando Ramírez Zapata (1962–2017), una fuerza de la naturaleza que nunca nos merecimos.
En épocas en que Elkin comandaba su propia banda de covers fue invitado a acompañar el desarrollo de otra cuyos integrantes apenas estaban iniciando en el asunto.
Había resuelto abandonar su grupo en tanto sus nuevos compañeros se comprometieran a ensayar y a lograr un nivel suficientemente decoroso como para aspirar a comunicar lo que él quería. El resto lo puso la creación de una narrativa propia con letras que llaman a nunca ser el objeto de los sueños de otro y la recurrencia de imágenes de lucha, entre la leyenda nórdica y lo histórico medieval, con ecos sonoros de Black Sabbath, DIO, Iron Maiden y la música de colegas de habla hispana como Barón Rojo, Obus, Ángeles del Infierno, Rata Blanca, Arkangel y Gillman.
Kraken fue el resultado de los intereses sonoros alternos que se fraguaban entre la juventud medellinense cansada de la sobredosis de pop. La disquera Codiscos accedió a grabarles un sencillo de 45RPM siempre y cuando encontraran ellos mismos quinientos seguidores dispuestos a comprar un ejemplar. En cuestión de días se prensó una edición tras otra hasta alcanzar las diez mil unidades.
No haberles producido un álbum completo hubiera sido una necedad. Así llegó al disco de vinilo la primera generación de Kraken, además de Elkin, conformada por Ricardo Posada y Hugo Restrepo en guitarras, Jorge Atehortúa en bajo y Gonzalo Vásquez en batería.
Todos nos vimos reflejados en aquel chico al que un día se le escapó toda su obsesión, con su pelo en hombros, en el primer corte del álbum mejor conocido como Kraken I. Como en ‘Todo hombre es una historia’, decíamos que ninguno de nosotros acabaría siendo parte de la maquinaria o del sistema.
Ese tema, junto con ‘No soy real’ y ‘Muere libre’ conforman la banda sonora de otra utopía, diferente a la del idealismo de nuestros padres, acaso más ligada a la ruptura de cadenas, a una liberación individual como única escapatoria ante el inevitable desarrollo del engranaje de la sociedad, una máquina imparable como no fuera bajo un escenario apocalíptico.
Las letras de Kraken son nuestra propia bildungsroman, nuestra propia novela de iniciación. Los fanáticos y los hijos de los fanáticos que siguieron al Titán en su paso por el mundo me demuestran el poder absoluto de ese mensaje. Otras letras como las de ‘Escudo y espada’ o ‘Aves negras’ parecen extraídas de esa literatura esotérica que solía y suele ir de la mano con algunas de las manifestaciones del rock duro.
Ver a Elkin y a los suyos visitando los musicales de televisión, dejando claro que ahí también había espacio para el rock, nos daba la razón. Así nos lleváramos una decepción al verlo estrenando el primer sencillo de su siguiente trabajo, la poderosa balada ‘Vestido de cristal’, con el añadido del siempre terrorífico sintetizador. Para muchos esa fue una puerta a otro diablo, el del comercio.
Pero no ocurrió así. «Se vive una vez para ser eternamente libre», nos lo dijo Elkin. Y siempre lo fue. Como lo es ahora, que es éter y espíritu.
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