Foto | Cortesía Parques Nacionales | LA PATRIA
La riqueza de este archivo biológico documenta la biodiversidad del país y alerta sobre las amenazas que enfrentan los ecosistemas.
Miles de frascos reposan en silencio en los laboratorios del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Dentro de ellos, más de 65.000 ejemplares de anfibios se conservan como cápsulas del tiempo que cuentan la historia de una Colombia biodiversa y frágil.
Se trata de una de las colecciones más importantes de América Latina, donde se preservan especies icónicas como los sapos arlequín del género Atelopus, desaparecidos de varios páramos del país; ranas amazónicas que guardan secretos medicinales y culturales; y la Pristimantis jorgevelosai, bautizada en honor al músico Jorge Velosa, creador de la carranga.
Cada espécimen no solo representa un registro científico, sino también una alerta sobre los riesgos que enfrenta la biodiversidad colombiana y un faro de esperanza para su conservación.
Una reserva científica única en el país
El curador de la colección, Aldemar Acevedo, profesor de la UNAL, recuerda que entre 1980 y 1990 se describieron más de 100 nuevas especies de anfibios en Colombia, muchas de ellas registradas por primera vez en esta colección.
Actualmente, el ICN resguarda 213 holotipos (ejemplares de referencia mundial para describir nuevas especies) y alrededor de 3.000 paratipos, que permiten reconocer la variabilidad dentro de cada grupo.
El valor científico también radica en el método de preservación: los ejemplares se fijan inicialmente en formol y luego se trasladan a alcohol al 70 %, un proceso que permite conservarlos por décadas sin perder su integridad anatómica.
Cada frasco está marcado con un número de etiqueta único que almacena datos sobre localidad, hábitat e historia natural. En conjunto, estas piezas constituyen un archivo biológico que documenta paisajes, muchos de ellos ya desaparecidos.
El papel de los anfibios en los ecosistemas
Más allá de su valor científico, los anfibios cumplen funciones vitales en la naturaleza. Regulan poblaciones de insectos —como los mosquitos, vectores de enfermedades—, sostienen cadenas tróficas y han desarrollado adaptaciones sorprendentes que van desde el desarrollo directo en especies andinas hasta el ciclo clásico de renacuajo a rana.
“Son piezas fundamentales del equilibrio natural; perder una sola especie puede desencadenar efectos en cascada que alteran todo el ecosistema”, explica el profesor Acevedo.
La amenaza invisible: el hongo que diezma a los anfibios
Desde finales de la década de 1980, la población de anfibios ha caído drásticamente debido a la propagación del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, causante de la quitridiomicosis. Esta enfermedad invade la piel, bloquea la respiración y el equilibrio hídrico, y puede causar fallas cardíacas fatales.
El patógeno, originario de Asia y expandido globalmente por el tráfico de especies y la actividad humana, ha impactado a cerca de 500 especies en el mundo, con especial severidad en Centroamérica y Sudamérica.
Uno de los géneros más afectados es Atelopus, del cual muchas especies no se observan en estado silvestre desde hace más de 30 años. Un ejemplo dramático es el Atelopus muisca, endémico de la cordillera Oriental y nombrado en honor al pueblo indígena muisca.
Habitaba los bosques montanos y páramos de Chingaza, pero su último registro se dio en 2008. Hoy está catalogado como especie en “peligro crítico” y posiblemente extinta.
Tradición y ciencia: especies amazónicas en riesgo
La colección también guarda ejemplares de la Phyllomedusa bicolor, conocida como “rana mono” o “rana de hoja gigante”. Esta especie, distribuida en la Amazonia, segrega una sustancia cerosa que le permite resistir la deshidratación.
Además, ha sido utilizada por comunidades indígenas en rituales tradicionales como el kambô, lo que ha llevado a una disminución de sus poblaciones.
Estos casos reflejan la dualidad de los anfibios: seres adaptados a ambientes extremos, pero profundamente vulnerables a la pérdida de hábitat, enfermedades y presiones humanas.
Un legado para el futuro
Los ejemplares preservados en el ICN han permitido rastrear retrospectivamente la llegada del hongo a Sudamérica en los años setenta, comparar cambios en los ecosistemas y comprender procesos de extinción.
“Gracias a estas colecciones podemos reconstruir la historia de las poblaciones, entender cómo y cuándo desaparecieron, y sobre todo prevenir que otras corran la misma suerte”, concluye Acevedo.
La Colección Nacional de Anfibios se consolida así como un patrimonio científico y cultural de Colombia. Cada frasco preservado conecta el pasado, el presente y el futuro, recordando que la biodiversidad del país es vasta, pero también extremadamente frágil.
* Este informe se elaboró con la colaboración de la Agencia de Noticias de la UNAL.
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