Lilia Vargas

Foto tomada del instagram @gritafestival

Lilia Vargas, gestora de la cultura alternativa en Manizales

Este domingo 24 de agosto se conoció la partida de Lilia Vargas, una gestora y líder de la cultura alternativa en la ciudad de Manizales, su gestión hizo bases que hoy recuerdan con firmeza aquellos que asistían a sus talleres y eventos con frecuencia, su legado está marcado por la libertad de expresión y gestiones culturales.

En una ciudad tan institucional, el Taller Nueva Conciencia apareció como una fisura cultural con sesiones de video y conciertos en la hemeroteca de Fundadores, donde los miércoles y viernes se convirtieron en cita obligada para jóvenes amantes de la música rock y pertenecientes a “tribus” muy distintas. Para muchos asistentes fue el primer contacto real con una pedagogía musical, la oportunidad de poner en diálogo el underground con la institucionalidad y, en no pocos casos, la semilla de una vida dedicada al arte.

Sergio Hernández, músico y licenciado, de Manizales, llegó a aquellos encuentros y recuerda con nitidez la sorpresa de hallar material, según él, imposible de conseguir, audiciones en las que se recorría la historia del rock desde el blues hasta el grunge y, sobre todo, la atmósfera "era ver a metaleros, punks, hippies y la vieja guardia sentados juntos, en calma. En otros escenarios siempre había tropel, aquí había un respeto tácito". De esa convivencia nacieron amistades, prácticas colectivas y, finalmente, propuestas concretas, el llamado “banco de sueños” que recogía propuestas de los jóvenes y que germinó en talleres, ciclos de formación y los “viernes de talentos” en los que quien quisiera podía declamar o tocar frente a la comunidad.

taller

Foto archivo | LA PATRIA

Lilia Vargas durante uno de sus talleres

 

A esa memoria íntima se suma la mirada de Jhon Freddy Díaz Martínez, profesional de la Secretaría de Cultura de la ciudad y actual coordinador de las Casas de Cultura, quien trabajó de la mano con Lilia Vargas desde los inicios de la experiencia. Para Jhon, Nueva Conciencia no fue una ocurrencia, fue un proyecto “disruptivo” nacido para atender a una población juvenil poco acompañada por la institucionalidad de la época. “Era una propuesta visionaria”, comentó.

Esa visión de gestores con legitimidad artística, respaldo institucional y trabajo territorial, explica en buena medida el alcance del proyecto. Asimismo, Jhon destaca que Nueva Conciencia no se limitó a proponer música, sino que abrió espacios para artesanía, performance, audiovisuales, talleres ecológicos y formatos de convivencia que, en una ciudad conservadora como Manizales, representaban una apuesta decidida por las formas de la cultura juvenil underground. “Fue una invitación a atender una población estigmatizada, Lilia y Jorge generaron condiciones para que esos jóvenes encontraran un lugar donde experimentar y aprender”, concluyó.

El expediente de Lilia es una mezcla de autoridad artística y pedagogía afectiva. Sergio la recuerda junto a Jorge (pareja e Lilia) como quienes traían los videos, organizaban las audiciones y tejían la convivencia, Jhon la define como mentora, “una mujer con una mente muy avanzada para la época, creativa, con visión de transgresión y con una enorme vocación por la autogestión. Fue jefa de la unidad de juventud, una de las primeras del país, y dejó marca en políticas públicas juveniles y en los modelos de gestión cultural local”.

De las mesas de papel y lápiz del “banco de sueños” surgieron prácticas concretas: clubes juveniles, cursos de música y, con el tiempo, encuentros que se consolidaron como festivales. Sergio ubica el Festival de la Niebla como resultado de esa trayectoria: los antecedentes, Jóvenes y Arte, y tomas culturales en el edificio del Teatro Los Fundadores desembocaron en una programación que, a finales de los años 90, tomó forma y escenario en espacios como el Ernesto Gutiérrez y la media torta de Chipre. 

Asimismo, hubo una articulación entre escena y política que tuvo ejemplos concretos de activismo cultural. Sergio recuerda, la campaña de firmas impulsada a partir de un llamado del programa televisivo Paz Verde y la iniciativa de Jacques Cousteau para la protección de las ballenas. “Armamos un paquete de firmas y yo salí al colegio a recoger y traje como más de mil”. Fue un gesto pequeño que evidenció cómo el taller enlazaba sensibilidad y compromiso ciudadano. De esta manera se ganó cada vez más la confianza de Lilia y su pareja.

Mientras tanto, Jhon, desde la institucionalidad, no oculta la complejidad y reconoce la valentía de quienes impulsaron Nueva Conciencia y afirma que su legado quedó sembrado en prácticas que hoy nutren las Casas de Cultura, que al mismo tiempo, deja entrever los vaivenes de la política pública, las dependencias de los financiamientos y la fragilidad de los apoyos cuando cambian los escenarios.

El legado, por ahora, es mezcla de gratitud y advertencia. La gratitud porque hay una generación cuya decisión de dedicarse al arte se explica por esos espacios y la advertencia porque la fragilidad de las políticas culturales y las tensiones políticas pueden borrar puentes construidos con esfuerzo. La cultura es de las personas y cuando las políticas la acompañan, hace ciudad, cuando la descuidan, desaparece la trama que sostiene la imaginación colectiva.

Nueva Conciencia 

Funcionó como escuela afectiva y técnica, cambió trayectorias, transformó vocaciones y ofreció cadenas de formación que, según Jhon, se mantuvieron en proyectos institucionales posteriores. “Lilia me abrió las puertas a proyectos de juventud, a convenios y a la formación en políticas públicas de juventud. Fue mi maestra y mi guía, su legado está en las semillas que dejó en nosotros”. Por otro lado, la experiencia demuestra que los proyectos culturales que no logran traducirse en soportes sólidos, marcos de política estables, financiamiento protegido y amplia aceptación, corren el riesgo de perderse cuando la presión política cambia de bando

Maestra de vida

En las conversaciones de quienes vivieron esa época, aparecen palabras que resumen la dimensión íntima del taller: familia, guía, semilla. Sergio Hernández, asegura que terminó por considerarlos “padres adoptivos”; Jhon Freddy Díaz insiste en que la figura de Lilia fue de mentora y maestra de vida. Ambos coinciden en que aquello fue más que un proyecto, fue un modo de entender la participación juvenil y la gestión cultural desde la autonomía, la pedagogía y el afecto.

 


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