Las hermanas Tibaduiza llevan cerca de 20 años sirviendo platos típicos en el restaurante El Crucero, a donde llegan decenas de deportistas a desayunar los fines de semana desde las 6:30 a.m.

Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA 

Las hermanas Tibaduiza llevan cerca de 20 años sirviendo platos típicos en el restaurante El Crucero, a donde llegan decenas de deportistas a desayunar los fines de semana desde las 6:30 a.m.
 

En la vereda Gallinazo, en Villamaría, el aroma a café recién colado y a bandeja paisa humeante marca el ritmo de los fines de semana. Los ciclistas, caminantes y turistas de la región encuentran allí un remanso para descansar y deleitarse con platos típicos de la cocina caldense.

El restaurante El Crucero, con más de dos décadas de historia, se ha convertido en un referente gastronómico. María Cristina Tibaduiza, quien trabaja en el lugar desde hace 12 años, destaca la acogida de los visitantes. “Por acá la comida es muy rica y viene mucho turista. Tenemos mucha variedad de platos y mucha clientela”, afirma.

La carta ofrece un recorrido por los sabores tradicionales: ajiaco, mondongo, costilla al barril, chuleta de cerdo y pollo, mojarra, carne asada y bandeja paisa. Esta última es la más solicitada. “La bandeja paisa gusta mucho porque trae frijoles, chorizo, chicharrón, morcilla, carne molida, huevo, aguacate y tajada de plátano. También vendemos mucho la costilla al barril”, dice Tibadís. 

El movimiento es mayor los sábados y domingos desde las 6:30 de la mañana, cuando grupos de ciclistas y caminantes hacen su primera parada para desayunar. “Ellos piden chorizo, panela con queso y chicharrón con calentado. En la semana abrimos solo sábados, domingos y festivos porque entre semana es más solo”, comenta.

La dinámica familiar también define al restaurante. María Cristina y sus dos hermanas son la fuerza detrás del negocio. “Nos levantamos desde las cinco a prender el fogón. El sábado somos cinco personas y el domingo llegamos a ser 12, casi toda la familia. Es un emprendimiento que empezó con dos piedras y hoy tenemos un comedor lleno de clientes”, recuerda con orgullo.

Un nuevo atractivo

Unos metros más arriba, justo frente al Acuaparque, la hacienda La Maestranza aporta un aire renovado a la oferta de Gallinazo. Su propuesta combina gastronomía con turismo rural y actividades para toda la familia.

Julián Mateo Jaramillo, líder del proyecto, explica: “Invitamos a la ciudadanía de Manizales y Villamaría a conocer, interactuar con los animales y disfrutar productos del campo. Es una experiencia para  desconectarse de la ciudad y conectarse con la tierra”. 

El lugar alberga conejos, curís, patos, gansos, ovejas, cabras, marranos y gallinas. Los visitantes pueden alimentar a los animales y conocer procesos agrícolas. En su restaurante sirven desayunos campesinos y almuerzos típicos como cazuela de frijoles, sancocho de espinazo, mondongo y parrilladas. Además, comercializan queso campesino, mantequilla, arequipe y brevas. 

Jaramillo lleva un año al frente de La Maestranza y proyecta una segunda etapa con más animales y nuevas actividades. “Es un proyecto de vida. Desde niño he amado el campo y quiero que más personas lo vivan. Aquí tenemos un espacio para venir en familia y compartir”, añade.

Gallinazo, con su sabor y tradición, se consolida así como una parada obligada para quienes buscan turismo de naturaleza, comida típica y la calidez de las familias que mantienen viva la cultura rural.

 

No hay que esperar hasta diciembre, en Gallinazo se consigue natilla todo el año.

 

Por su ubicación privilegiada Gallinazo atrae. En La Maestranza los animales de granja divierten a grandes y chicos.

 

 


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