Diversidad en un rincón verde en el patinódromo de La Enea (Manizales)
Un pequeño borde de bosque a un lado del patinódromo de La Enea (Manizales) sirve de hábitat para aves locales y migratorias como esta reinita verderona (Leiothlypis peregrina).

Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA

Un pequeño borde de bosque a un lado del patinódromo de La Enea (Manizales) sirve de hábitat para aves locales y migratorias como esta reinita verderona (Leiothlypis peregrina). Invitan a cuidar estas áreas en medio de la ciudad.

Un borde de bosque al lado del patinódromo de La Enea es otra isla verde en el área urbana de Manizales que sirve de hábitat de insectos, aves y mamíferos.

También embellece este espacio citadino. “Le da un toque muy natural al barrio. Es como estar cerca del bosque al frente de la casa”, expresa Felipe Vasco, por eso hace un llamado a cuidarlo y no arrojar basuras.

Desde marzo este sitio, además de recibir a los deportistas que entrenan en la pista y los vecinos que sacan a pasear a sus mascotas, es concurrido por observadores de aves que se enteraron de que allí estaba una especie migratoria inusual para Colombia, la reinita atigrada (Setophaga tigrina).

Esta inesperada visita recuerda la relevancia de estas zonas verdes en Manizales. “No solo cumplen con la función de recreación y ornamentación, también tienen un papel importante en la calidad del aire, en la conectividad de los bosques y los ecoparques de la ciudad”, resalta la bióloga de la U. de Caldas Valentina Marín.

Lina Gañán fue a La Enea a conocer la reinita atigrada y aprovechó para disfrutar la biodiversidad de la zona. “Para mí los espacios verdes invitan a reconocer la naturaleza que nos rodea, con todo lo que a esta la acompaña. Ayuda a salir de la rutina de la ‘selva de cemento’, a apreciar la biodiversidad y tomar conciencia de nuestro lugar en el planeta”, señala.

Jennifer Grisales, antropóloga y avistadora de aves, invita a cohabitar armónicamente con los demás animales que, aunque muchas veces no se perciben en el mundo urbano, acompañan la vida cotidiana. “También permiten mantener un equilibrio entre el desarrollo urbano y la conservación de la biodiversidad y nos evidencian que sí es posible construir territorios comunes entre humanos, animales y plantas”.

Rapaz y carroñera juntas en la misma rama. Una pigua (Milvago chimachima) y un gallinazo (Coragyps atratus).

Hasta la copa del chachafruto llegó esta intrépida ardilla para alimentarse.

En la zona hay troncos secos que sirven de nido para los carpinteros (Melanerpes formicivorus). Esta hembra optó por el césped para buscar insectos.

El plumaje de esta hembra de toche enjalmado (Ramphocelus flammigerus), un ave común en Colombia, combina con las flores del chachafruto.

La reinita atigrada (Setophaga tigrina), la visitante en Manizales que generó revuelo.

El 30 de marzo se observaron 17 especies de aves en el patinódromo de La Enea, en la lista subida a la plataforma eBird estuvo la tángara cabecirroja (Tangara gyrola).

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