La doctrina Rabin

Ahora que el ELN, en un gesto cobarde y desleal con el proceso de paz que aceptó reanudar, asesinó nueve jóvenes soldados que no adelantaban operaciones ofensivas, algunos le han exigido al gobierno abandonar las negociaciones con esa guerrilla. Sin embargo, el presidente no debe hacerles caso. Es comprensible que la reacción que parece más justificada sea mandar las conversaciones al carajo. Sin embargo, eso significa – como se ha planteado varias veces- que las partes se encuentren en otra negociación futura después de miles o decenas de miles de muertos más.
A pesar de lo poderosas que puedan ser las razones y las emociones que invitan a pararse de la mesa, hay que considerar las lecciones -no menos poderosas- que nos dejó el difícil pero riguroso y bien llevado proceso de negociación con la otrora guerrilla de las Farc. En los seis años que duraron los diálogos (dos de exploración y cuatro de negociación propiamente dicha), hubo momentos de gran tensión entre las partes tanto por los duros golpes que el gobierno le asestó a la guerrilla como por los ataques y atentados de esta última. En 2015, por ejemplo, la guerrilla de las Farc, violando su propia promesa de “tregua unilateral” mató en una emboscada a once militares en el Cauca. El entonces presidente Santos no cedió ni ante las presiones de los guerrilleros que le exigían un cese al fuego bilateral ni ante quienes demandaban que el gobierno se retirara de la mesa. Si Humberto de la Calle y su equipo se hubieran levantado de la mesa, trece mil personas aún seguirían en armas y todavía estaríamos entrampados en la guerra contrainsurgente que inició hace seis décadas. Aunque, para ser precisos, mientras persista el ELN no habremos salido del todo de esa trampa. Esa es una razón de peso para mantener los diálogos.
En su libro de 2019, “La Batalla por la Paz: El largo camino para acabar con la guerrilla más antigua del mundo”, el expresidente Santos recoge seis lecciones de ese proceso. La tercera de ellas es: “algunas veces hay que negociar en medio del conflicto”. A esta lección la bautizó la “doctrina Rabin” en referencia al militar y político israelí Isaac Rabin, quien como primer ministro de su país firmó los Acuerdos de Oslo con la Organización para la Liberación de Palestina OLP y que, en 1995 fue asesinado no por un palestino sino por otro israelí. Al inicio de las negociaciones con Yasser Arafat, líder de la OLP, Rabin declaró: “Seguiremos combatiendo el terrorismo como si no hubiera un proceso de paz, y nos sentaremos a negociar la paz como si no hubiera terrorismo”. “¡Cuántas veces recordé esta máxima durante los años del proceso de paz!”-afirma Santos y añade: “Fue el mantra que nos permitía perseverar en los esfuerzos de diálogo cuando los hechos de la guerra golpeaban el ánimo”. Santos no lo hizo bien implementando el acuerdo, pero su éxito fue notable al firmarlo. La “doctrina Rabin” tuvo mucho que ver: negociación sin bajar la guardia en lo militar.
El gobierno debe tomar nota de otro aspecto de la misma lección: un cese al fuego al comienzo del proceso de negociación puede ser instrumentalizado para la guerra. Además, con tantos actores armados dispersos por nuestra geografía resulta casi impracticable. De ahí que sea más apropiado acordarlo en la etapa final, de modo que el proceso no debe prolongarse mucho en el tiempo. Además, el gobierno debe usar la fuerza pública tanto para cuidar a la gente como para inducir, en el ELN, la voluntad de paz que no quiere demostrar.