Jorge Iván y el plan de desarrollo

Hace quince días presenté, en estas páginas, algunas cosas que lamentar de la crisis ministerial, en especial, la salida de José Antonio Ocampo y Cecilia López del gabinete. Sin embargo, hubo algo positivo a lo que no hice mención entonces: la permanencia en la dirección del Departamento Nacional de Planeación del filósofo y economista Jorge Iván González, conocido en los círculos académicos como “el Sabio”.
En 1999, año en el que el país experimentó la peor crisis económica y financiera en varias décadas y en el que el colapso del sistema Upac (unidad de poder adquisitivo constante) para la financiación de la construcción y la compra de vivienda condujo a más de un endeudado al suicidio, la periodista Marcela Giraldo Samper publicó un interesantísimo libro: “Crisis: antecedentes, incertidumbres y salidas. Nuevo reportaje a la economía. Polemizan los protagonistas”. Allí, Giraldo Samper dividió a los entrevistados en tres grupos: “Los que están en el poder”, “los que estuvieron” y “los que no han estado”. En el primero incluyó a Juan Camilo Restrepo, el ministro de hacienda de la administración Pastrana en cuyas manos explotó la crisis, Roberto Junguito, Miguel Urrutia y Juan José Echavarría. En el segundo grupo estaban, entre otros, José Antonio Ocampo, Rudolf Hommes y María Mercedes Cuéllar. Finalmente, los entrevistados que no habían estado en el poder eran: Eduardo Sarmiento Palacio, Hernando Gómez Buendía, Francisco de Roux y Jorge Iván González. Hoy, veinticuatro años después, Jorge Iván está en el primer grupo. Tanto su nombramiento como su permanencia en el gobierno cuentan como uno de los aciertos -que me parece, no abundan- de la actual administración.
Jorge Iván González y su equipo de Planeación Nacional asumieron el abrumador reto de llevar a cabo diálogos para la construcción participativa del plan de desarrollo en 51 subregiones e identificar, en ellos, casi 63 mil “necesidades de cambio” y recopilar aproximadamente 90 mil “propuestas de acción para el cambio”. En los años noventa, el profesor Jorge Iván González impartió un curso en la Universidad Nacional de Colombia que tuve la fortuna de tomar: “Elección Social en Arrow y Sen”. Pues bien, el monumental ejercicio de los diálogos regionales vinculantes significó poner en práctica la teoría de la elección social: cómo pasar de las preferencias individuales sobre valores sociales a las decisiones colectivas sobre políticas públicas. Para Jorge Iván González, en el proceso de construcción del plan de desarrollo habitaban el espíritu de Kenneth Arrow, premio Nobel de economía de 1972 y padre de la moderna teoría de la elección social y los mensajes de Amartya Sen (premio Nobel de 1998) acerca del vínculo entre democracia deliberativa y elección social; vínculo que se resume en la definición de la democracia como el gobierno mediante la discusión, una idea que Sen retomó de John Stuart Mill.
El resultado del proceso es un muy buen plan de desarrollo, como no se veía desde el “Salto Social”. El Congreso de la República, en medio de una atmósfera hostil provocada por el gobierno mismo, lo aprobó. Las transformaciones planteadas en el plan: ordenamiento del territorio alrededor del agua, seguridad humana y justicia social, derecho humano a la alimentación, transformación productiva y convergencia regional son, no tengo duda, el cambio que Colombia requiere para avanzar hacia una sociedad productiva, equitativa y pacífica. Sin embargo, me preocupa que al plan “Colombia: Potencia mundial de la vida” le ocurra lo mismo que le pasó al “Salto Social” durante la administración Samper: que la gestión del gobierno no esté a la altura de su propio plan. Espero estar equivocado.