Esclavitud y racismo

Algún gracioso dijo que la esclavitud no había sido eliminada, sino reducida a ocho horas, refiriéndose a la fórmula 8-8-8, que pretendía racionalizar la jornada diaria de los trabajadores, lo cual no ha pasado de ser una fórmula ingenua, de muy precaria aplicación. Pese a los avances positivos de la humanidad en muchos aspectos, sus beneficios sólo cubren un espacio limitado de la geografía universal, porque la mayor parte permanece en condiciones primarias. Lo mismo sucede con las deslumbrantes innovaciones científicas y tecnológicas, de las que apenas disfrutan minorías privilegiadas. Los desequilibrios de la humanidad son ofensivos; y causan la mayor parte de los conflictos, que ponen en el plano de lo utópico la igualdad proclamada por teóricos humanistas y por organizaciones como la ONU y similares, que no van más allá de la retórica, con precarios resultados prácticos.
Como reseña la historia, la esclavitud ha tenido variadas facetas, desde la impuesta por los más fuertes para su solaz, de manera que los esclavos cumplieran con las tareas más humillantes e hicieran productivos los bienes de los amos; la ganada por los vencedores como botín de guerra, que fue una constante durante siglos y persiste con sutiles modalidades, para no violar ostensiblemente los Derechos Humanos, un código acogido por todos los países del mundo y burlado por muchos de ellos; y la que imperó en los Estados Unidos, abanderado de los principios de libertad que proclamó la Revolución Francesa, algunos de cuyos dirigentes participaron en la fundación institucional del gran país norteamericano, no obstante lo cual éste mantuvo, especialmente en los estados del sur, la esclavitud como un negocio semejante a la ganadería. Un empresario de tal actividad económica, con tono agridulce, decía, citado por Emil Ludwig en su biografía de Abraham Lincoln (Editorial Juventud, España, 1952): “Los productos tropicales exigen cultivadores tropicales, y trabajando aquí bajo una dirección inteligente, los más diligentes pueden ganar cadenas más hermosas que las que soñaron sus padres en la selva africana, y alimentación y vestido, y un poquito de whiskey por añadidura, y, en suma, las bendiciones de la Santa Iglesia y la esperanza de gozar de la vida eterna”. La campaña comercial “Black Friday” (viernes negro), con perversa ironía, toma el nombre del día destinado a la compraventa de negros, semejante a las ferias ganaderas de algunos municipios en Colombia. Hacer aprobar en el Congreso Nacional la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos, le costó la vida al presidente Lincoln, uno de los más relevantes líderes políticos del mundo.
El racismo persiste, porque no es un sistema político ni económico, sino una actitud de rechazo a las personas por su origen racial, especialmente los negros. Esto sucede en Europa, cuyos dirigentes no reconocen que son sus gobiernos los causantes de la afluencia de desplazados de África, cuyos países ellos mismos arruinaron. En los Estados Unidos, proponer la abolición de la discriminación racial, le costó la vida a otro gran presidente: John F. Kennedy.