“Borrachos de amor”

El martes 13 de junio se presentó en el Concejo de Manizales una cotidiana confrontación entre su presidente Simón Ramírez (Partido Conservador) y el Concejal Liberal Héctor Fabio Delgado, por hechos relacionados con el ausentismo y las borracheras de dichos ediles.
En la respectiva sesión el Concejal Delgado expresó, así, en tiempo presente que: “yo siempre vengo a todas las sesiones del concejo (…) yo no vengo borracho como muchos vienen aquí al concejo de Manizales (…)”. Las explicaciones que dos días después dieron los implicados y otros concejales al noticiero El Matutino de la emisora UMFM, resultan superfluas ya que denotan una ausencia de reconocimiento de conductas que merecen, por lo menos una mirada autocrítica y reflexiva por parte de dicho Concejo. Como suele decir un amigo mío “en pelea de comadres se dicen las verdades”.
En ese sentido, se subestima la capacidad racional y la inteligencia de la ciudadanía, al pretender enviar el mensaje de que en el Concejo de Manizales siempre se hace lo correcto, lo cual no es cierto.
El problema no está sólo en las borracheras o en el incumplimiento de los nobles deberes, de quienes libremente decidieron representarnos y por lo cual se les paga, sino en la propensión a fomentar pactos tácitos y hasta expresos de silencio tipo omertá que caracterizaban los códigos de honor siciliano o en la tolerancia o connivencia frente a lo que se considera antiético o inmoral.
Haberse referido al Concejo como una “familia disfuncional” me trajo a la memoria una de las más icónicas escenas de la mítica película “El Padrino” (1972) cuando Don Vito Corleone, se reúne en una gran mesa redonda y en un ambiente tenso y silencioso con los jefes de las cinco grandes familias, con el fin de limar asperezas y encarrilar sus turbios negocios. Cuando se dice que los concejales están “borrachos de amor” además de trivializar irónicamente lo que debería ser una profunda reflexión ética, amplía la brecha de la antipatía entre la sociedad y la llamada “clase política” local, normalizando comportamientos y expresiones de uso cotidiano que se replican casi que inconscientemente como “eso no es nada” o “así es la política”.
Desde el 1º de enero de 1850, se inició la vida política y administrativa de Manizales con un concejo compuesto por cinco concejales, cifra que parece mantenerse, al menos por el protagonismo de quienes allí actúan. La revisión histórica del Concejo está llena de profundos liderazgos y ante todo de significativos ejercicios filantrópicos de civismo, como cuando no existían los honorarios en favor de los concejales pues tal ejercicio era considerado toda un honor o dignidad, de allí la denominación de “honorable concejal”.
A este respecto, el dilecto profesor de la Universidad de Caldas y expersonero de Manizales Alberto Castro Rincón, (“El Concejo de Manizales. Su historia” 2015) manifiesta: “Qué sabiduría, qué criterio de equidad de buena fe, de justicia y de igualdad el que inspiraban las mentes de esos integérrimos ciudadanos que integraban nuestro concejo municipal.
Cuánto los extraña la Manizales del siglo XXI”. El Concejo cuenta con una comisión permanente encargada de los asuntos éticos de dicha corporación, lo mismo que de los asuntos ambientales y culturales del municipio. Pero extrañamente es la que menos delibera siendo la menos atrayente para los concejales, pues allí llegan por sustracción de materia los concejales que no conmutan el control político por una bancada de gobierno.
Sería interesante, desafiante y transformador que dicha comisión, algún día, le contara a la ciudad en sede de sesión y no en horarios inusuales cuáles son las preocupaciones éticas que rodean al Concejo de Manizales.