Hablemos de libros: Declaración de amor a los libros

Umberto Eco no necesita ser presentado. Se trata de un hombre que aún tras su muerte, ocurrida en el 2016, sigue publicando textos de una lucidez realmente motivadora e inspiradora. Se trataba de un hombre genial y claramente sabio, muy parecido a su monje en El nombre de la rosa, Guillermo de Bakserville.

En La memoria vegetal se recogen algunos de sus ensayos, artículos y conferencias en torno a los libros de papel o de trapo, o a papiros, pero que tengan el gusto de ser tocados. Incluso también hay espacio para hablar de los digitales y el acceso que se tiene a ellos hoy, que es lo bueno, pero con los reparos de quienes sabemos que la memoria virtual es efímera.

Los primeros ensayos que aparecen son toda una declaración de amor a la literatura, a los libros por los libros mismos, y también a los textos desde su historia y lo que representan para la memoria de la humanidad. Además, a todo aquello que entraña al bibliófilo desde el amor por el texto hasta el pecado de la conservación o de la mala conservación.

Es indudable que la capacidad intelectual de este escritor le permite conectar ideas que parecen locas, pero, en lo personal, me encanta esa confesión casi descarada de su amor por los libros objeto, incluidos aquellos antiguos, pues recordemos que se trataba de un coleccionista y, al leerlo, entendemos de dónde salen sus grandes novelas como también El péndulo de Foucault, que se suma a la ya cita.

Pero en estos textos también aparece el académico, un académico que crea investigaciones alrededor del libro antiguo, de los catálogos de textos raros, extraños, incunables y lo hace con ojo crítico, de conocedor y con ánimo de dejar un legado para otros interesados.

Y lo que escribe lo hace desde la sabiduría del hombre de academia, del mismo que es autor de textos como Apocalípticos e integrados o Cómo se hace una tesis. Claro, la parte de los libros raros de los catálogos se puede volver pesada para una persona que no le guste, pues mucho de todo esto, además de tratarse de las características de cada documento al que hace referencia, aparece en italiano, en latín o incluso en francés o inglés.

Eso para quienes no somos políglotas nos cuesta, pero es una buena oportunidad para conocer mucho más acerca de estos libros, de sus textos y también acerca de la historia misma del libro. Sobre este, la genial Irene Vallejo, autora de esa maravilla escrita que es El infinito en un junco, dice: "Umberto Eco cambió nuestras miradas sobre los libros imprescindibles, pequeños, frágiles, a veces criminales, casi siempre salvadores. Un maestro que nos enseñó a entrelazar la sabiduría y el juego con su estilo sagaz".

Esta obra, por supuesto, está atravesada por el buen humor de este personaje que nunca se guardó lo que pensaba, así sonara a nada políticamente correcto. Quien se anime a leerlo, nos cuenta cómo le va para que #HablemosDeLibros más que nunca.

Subrayados

  • Pero no hay mayor silencio que el ruido absoluto, y la abundancia de información puede generar absoluta ignorancia.
  • Hoy los libros son nuestros ancianos. Aunque sabemos que a menudo se equivocan, de todas maneras no los tomamos en serio.
  • Teman a quienes destruyen, censuran, prohíben los libros: quieren destruir o censurar nuestra memoria.
  • La biblioteca no es una suma de libros, es un organismo vivo con una vida autónoma.
  • Un académico que crea investigaciones alrededor del libro antiguo, de los catálogos de textos raros, extraños, incunables y lo hace con ojo crítico, de conocedor y con ánimo de dejar un legado para otros interesados.
Imagen principal
La memoria vegetal (Umberto Eco)