Adolecer, papayazo, impávido, que-quien, queísmo

De la preposición latina ‘a’ (‘ad’ – tendencia) y del verbo ‘dolescere’ (‘afligirse’) viene ‘adolecer’ –antiguamente ‘dolecer’–, que significa ‘padecer alguna enfermedad, especialmente  grave o crónica, o tener algún defecto’. Entraña, por tanto, algo negativo, lo que no tuvo en cuenta el columnista de El Tiempo Gustavo Duncan cuando escribió esto: “...porque eventualmente el país puede ahorrarse la aprobación de unas reformas que adolecen de viabilidad y pragmatismo...” (7/6/2023). Sin ninguna duda, él quiso decir que “....adolecen de inviabilidad e impracticabilidad”, es decir, “que carecen de viabilidad y pragmatismo”. ‘Adolecer’, verbo irregular, que se conjuga como ‘agradecer’. ***
El sufijo ‘-azo’ se utiliza para darle valor aumentativo a la palabra a la que se le pospone (perrazo), para hacerla despectiva (‘cazurrazo’) o para expresar una acción violenta (‘guarapazo’). Este sufijo tiene también forma femenina (‘manaza’). En su libro “Voces fatigadas”, el muy recordado Álvaro Marín Ocampo define nuestro dicho ‘dar papaya’ así: “Consiste en exponerse, en facilitar ingenuamente la conquista del adversario. A un pajarito le dieron papaya...y se voló”. Y, le agrego, ‘proporcionarles a los demás la ocasión de obtener provecho de nuestras desatenciones y metidas de pata’. Cuando se trata de una ‘oportunidad excepcional’ le decimos ‘papayazo’, así, con zeta, no como lo escribió Mauricio Uribe López en la siguiente declaración: “...para decirlo en colombiano vernáculo, aprovechar los papayasos que dan los funcionarios” (LA PATRIA, 9/6/2023). El sufijo ‘-aso’ no existe en castellano. ***
El prefijo ‘-in’ (privativo, ‘le cambia el sentido a la palabra que acompaña por el opuesto o le da el  significado de carencia, falta de’), cuando se antepone a palabras que empiezan por ‘be’ o ‘pe’, se escribe ‘-im’, por ejemplo ‘imberbe’ (‘joven que aún no tiene barba’) e ‘imparcial’ (‘individuo sin prejuicios ni prevenciones’). Según esto, con el adjetivo ‘impávido-a’ calificamos a las personas que, ante hechos trágicos y pavorosos, muy dolorosos o desastres naturales, se quedan tranquilas, sosegadas, libres de terror o de sentimientos parecidos. Al editorialista de LA PATRIA se le desafinó algún instrumento de la orquesta cuando redactó lo siguiente: “...pero los colombianos quedaron impávidos cuando surgieron por lo menos 30 estructuras disidentes que reactivaron la violencia” (10/6/2023). Creo no equivocarme si digo que el redactor quiso decir que los colombianos quedamos ‘pávidos’, es decir, ‘aterrados’ al conocer el aumento de la violencia después del pacto aquel del 2016. Y que, tal vez, estamos peor. ***
El pronombre relativo ‘que’ –invariable en género y número–  puede designar personas, animales y cosas, verbigracia, ‘los niños que fueron rescatados de la manigua’; ‘los perros que guían a los ciegos’, y ‘los vehículos que recorren las carreteras’. Pero ya prácticamente está desapareciendo de los escritos de columnistas y periodistas en general, para ser sustituido por el también pronombre relativo ‘quien’ –variable en número–, por ejemplo, en esta oración: “Las huellas dejadas por el perro Wilson, quien formaba parte de la operación de búsqueda...” (LA PATRIA, ¡Oh júbilo inmortal!, texto de primera página, 10/6/2023). “...del perro Wilson, que formaba parte de...”, correctamente. Aunque en la época de Cervantes este pronombre era invariable de todo en todo y podía referirse a personas, animales y cosas, como en estas palabras del inmortal mentecato: “Así, que somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se ejecuta en ella su justicia” (El Quijote, II, XIII). “...y brazos por los cuales...” o  “por los que”, redactamos hoy, pues en la actualidad sólo reemplaza personas, por ejemplo, ‘fue mi papá quien lo dijo’, frase que puede ser construida de esta manera: ‘fue mi papá el que lo dijo’, otra manera olvidada de redactar. Como el relativo ‘que’, ‘quien’ lleva tilde cuando es interrogativo: ‘¿Quién da más?’ ***
El ‘queísmo’ no es otra cosa que ‘el  miedo al dequeísmo’. Una muestra, la supresión de la preposición ‘de’ en la locución ‘a pesar de que’: “Los cementerios (...), algo que una población debe tener a pesar que para  la mayoría...” (LA PATRIA, Pedro Felipe Hoyos K., 14/6/2023). “....a pesar de que para...”. No decimos ‘a pesar esto’, sino ‘a pesar de esto.