Candidatos artificiales

Hace unas semanas, la politóloga santandereana Natalia Durán Valbuena hizo un experimento. Le pidió a una de las inteligencias artificiales (ChatGPT: https://chat.openai.com/) que imaginara que era un candidato a la alcaldía de Bucaramanga y que escribiera siete mensajes de campaña para Twitter. El resultado fue, según ella, frases de cajón que se le leen a cualquier aspirante en este candidaterío nacional.
Decidí hacer mi propio experimento para Manizales: “¡Juntos podemos construir una Manizales más próspera y sostenible! Trabajaré incansablemente para impulsar el desarrollo económico, promover la educación de calidad y preservar nuestro entorno natural”, recomendó la inteligencia artificial (IA). Me dejó incluso los hashtags para compartir: #CompromisoConElFuturo.
Parece evidencia de que nuestras candidatas y nuestros candidatos están computarizados y estandarizados. Les das dos o tres instrucciones y salen con campaña, programa de gobierno, eslogan, colores y foto con mirada al horizonte. Puede que sea más fácil en ciudades medianas y pequeñas, pues es solo retomar ideas que ya son comunes entre buena parte de la comunidad. En Manizales salen fácil palabras como “empleo”, “competitividad”, “prosperidad”, “sostenibilidad” “orgullo”, “calidad de vida”, “buen vividero”, “civismo”, “esperanza”, “educación”, “futuro”.
Al final la IA hace lo mismo que recomiendan los gurús de mercadeo político. Usar ideas bien grandes, bien vacías, para que a cada uno nos vaya diciendo algo en la medida en que nosotros mismos las vamos llenando de contenido, eso sí, con lo que mejor nos venga. Si el candidato dice “movilidad”, es lo que creemos que es. Si habla de “espacio público”, es lo que nos parece a nosotros. Si habla de educación, está hablando de la que nos gusta. Es decir que de todos los lados se pueden apropiar las palabras, dándoles el significado distinto que le da cualquiera y entonces ayudan a sumar. Y, en política, sumar suele traducirse en más votos.
Es posible que esto sea una crítica muy fácil desde la barrera. Es cierto que quienes se lanzan tienen un camino que no es sencillo, sobre todo en este momento donde enamorarnos a los electores es causa casi perdida. Pero es necesario opinar sobre la desazón que nos está dejando esta seguidilla de ideas en molde y de lugares comunes, que no hablan de los problemas de fondo, que no tocan los temas difíciles, para no ir a empañar su gestión, para no ir a dañar su carrera hacia la cima, para no ir a perder popularidad. Porque recordemos que en la mente democrática de nuestros dirigentes hace rato que el origen de su poder es la imagen y no la legitimidad.
Estas campañas artificiales algo tendrán que ver en todo lo que hemos vivido en Manizales, con los últimos gobiernos. El hecho de que las campañas se nos hayan presentado así generan expectativas desmesuradas, ponen presión a políticas que carecen de prioridad. de recursos, de tiempo o de planeación, dejan entreabierto para incumplir promesas, para mentir, para ocultar errores. Es cierto que la política se moviliza con más de emoción, afectos y símbolos que de razón. Quizás el ideal es que las palabras no dejen de movilizar pero que sí lleguen a apuntar hacia las crisis urgentes y no hacia las florituras comunes.
Naomi Klein nos recordó, en El País de España, que la inteligencia artificial está creándose en nuestro mismo entorno económico y social. Y hay muy poco que nos permita pensar que es con ella que podremos cambiar. En esa misma vía, si lo usáramos para hacer campañas no haría a los candidatos ni más justos, ni más honestos, ni más informados. No hacen campaña para eso, tampoco la IA lo hará por ellos. “¿Si los políticos imponen políticas crueles e ineficaces es porque carecen de datos?”, se pregunta Klien. “¿Necesitan que la IA les haga “más inteligentes?, ¿o precisamente son tan inteligentes que saben quién va a financiar su próxima campaña o, si se desvían de lo acordado, a sus rivales?”, vuelve y duda. Por eso la IA solo nos recomienda lo que ya nos dicen los gurús. Sucede que funciona con una especie de confiscación. Toma las ideas y palabras que ya son nuestras para enseñar a máquinas a simular el pensamiento y la creatividad. Algo de eso ya hacen las campañas desde mucho antes, toman nuestras palabras y luego simulan.