Cuentos crueles y otras mutilaciones

Es curioso que el Día del Idioma nazca de una ficción: la de creer que Cervantes y Shakespeare murieron el 23 de abril de 1616. Hoy se sabe que no hubo tal coincidencia porque Inglaterra aún usaba el calendario juliano y España el gregoriano, pero es más bonito imaginar a los dos genios agonizando a la misma hora, separados por un mar.
Los peruanos recuerdan que en esta fecha también murió el Inca Garcilaso de la Vega, lejos de su casa esquinera de Cusco, y si se trata de buscar efemérides en Caldas podríamos homenajear a Claudina Múnera, una de nuestras primeras ensayistas y feministas (feminismo al estilo de hace un siglo), quien nació en Aguadas el 23 de abril de 1877. Pero hoy no escribiré sobre ella (quizás otro día) sino sobreMaría Eastman, otra autora local tan olvidada como Claudina.
Pero antes de hablar de María Eastman daré otro rodeo, que para eso el idioma es flexible y el lector que se pierda puede devolverse en el texto. El rodeo empieza en España, en donde estuvimos hace dos párrafos, pero ahora vamos a la España de 2023: la que celebra con fiesta callejera este Día del Idioma, con librerías abiertas hasta medianoche, encuentros en las bibliotecas con autores locales y una agenda nutrida de actividades de promoción del libro y la lectura como política pública. Todo eso que acá es ficción.
En esa España actual Juan José Millás, uno de mis autores favoritos, acaba de publicar “Solo humo”. Mientras llega esa novela a Colombia disfruto las entrevistas en las que explica que la obra retoma cuentos de los Hermanos Grimm, como “Cenicienta” y “Hansel y Gretel” pero desde las versiones originales llenas de crueldad y violencia, y no desde la adaptación edulcorada de Disney.
En esas conversaciones Millás ha reivindicado el valor de los cuentos infantiles rebosantes de monstruosidad, y lo explica diciendo que la maldad está en todas partes y los cuentos tradicionales nos preparan para saber que uno puede ser víctima, pero también victimario. “Los cuentos son un espejo en el que nos miramos porque representan la realidad y nuestro lugar en ella. Los cuentos te proponen varios personajes y tú vas diciendo: «Me identifico con éste pero no me gusta ser así». Puedes hacer un recorrido moral”. Podemos imaginar aberraciones y existe un enorme poder libertario en ese acto mental, pero no todas las fantasías, ni las bonitas ni las perversas, se pueden llevar a cabo, y la literatura enseña a separar ficción y realidad: a identificar cuáles pensamientos conviene dejar en la cabeza.
Esta explicación encaja con la polémica sobre algunas obras de Roald Dahl y Agatha Christie, cuyos textos han sido reescritos y “adaptados” para no ofender sensibilidades contemporáneas. Los periodistas de “The Daily Telegraph” descubrieron que tan solo en “Las brujas”, un libro de Dahl, los editores hicieron 59 alteraciones y eliminaron palabras como “gordo” y “feo”.
Pues bien: algo así le pasó al cuento más conocido de María Eastman, escritora nacida en Supía. En 1949 su viudo Gerardo Molina, rector de la Universidad Nacional, publicó de manera póstuma “El conejo viajero”, el primer libro ilustrado para niños en Colombia. Hace poco compré una edición de 2014 de Editorial Tiempo de Leer, de Bogotá, que trae únicamente el cuento principal y no los 17 restantes. Las imágenes son coloridas y la letra es grande, pero en ninguna parte advierte que eliminaron el momento cumbre del relato, cuando el conejo es atrapado por un mastín que le hinca el diente y dice: “qué lindo conejo. Lo llevaré a mi amo y mañana será un buen plato en el almuerzo”. Esa creación de María Eastman desapareció, quizás por temor a que una imagen poco animalista afectara la venta del libro.
Lo escribo para dejar constancia. En Inglaterra descubren variaciones en las obras de sus escritores y es noticia mundial. Acá ni siquiera sabemos qué se mutila, se censura o se cambia, porque hay poca lectura de autores locales, las reediciones se reciben como un milagro y, en todo caso, con o sin supresiones, el promedio anual de lectura de libros es ínfimo.
Bueno: quedan lectores de columnas. Con ustedes celebro el Día del Idioma.