Villa de Leyva y otros temas
Señor director:
El 12 de junio de 1572 Don Andrés Díaz Venero de Leyva fundó la ciudad que ostenta la plaza más grande de Colombia. La bella villa (Medellín dejó de serlo porque ha crecido tanto que invadió todo el Valle de Aburrá) está de cumpleaños, la friolera de cuatrocientos cincuenta junios (Manizales a duras penas pasa de los ciento setenta octubres). Villa de Leyva goza de topografía envidiable, clima agradabilísimo, noches estrelladas para observar un firmamento límpido, y vientos propicios para el Festival nacional de la Cometa. Recuerdo el Duruelo, de los frailes carmelitas, pues estuve alojado allí de un día para otro, en compañía de mis padres y de Emma, mi adorable tía. El hotel estaba administrado, a la sazón, por el matrimonio Medina Escobar, Luis y Nora, parientes muy queridos de quien esto escribe. Todavía, ante los ojos de mi mente, se despliega un paisaje espectacular, pues el hotel está construido sobre la suave pendiente de una colina; los corredores de la edificación permiten una “divisa” embrujadora a los huéspedes que se asoman a “panorar el contemplama”.
Don Andrés Díaz Venero de Leyva fue el primer presidente colonial del Nuevo Reino de Granada, el primer presidente que tuvo la Real Audiencia, modelo de gobernantes por sus ejecutorias y sobre todo por su probidad. En realidad fue todo lo contrario de los candidatos que hoy compiten por la Presidencia de la República, personajes que están en las antípodas de Don Andrés, mejor dicho, a años luz de Venero de Leyva.
Sea esta la oportunidad para recordar que cuando se instaló en Santa Fe, capital del Nuevo Reino, la Real Audiencia, se celebró ese acontecimiento con bombos y platillos, con “pompa y circunstancia”, mediante solemne desfile desde la Plaza Mayor hasta la casa sede de la Audiencia. En el desfile, sobre caballo blanco y bajo palio, las armas de España (el escudo) adornadas por los colores del imperio “en cuyos dominios no se pone el sol”, como sentenció Carlos I de España y V de Alemania.
Y en la fachada de la edificación, situada esta sobre la calle de… ¿Florián? (no me acuerdo porque en ese tiempo yo estaba muy chiquito), habían fijado una gran placa con la leyenda más sobria, sublime y ejemplar que se ha grabado en el cosmos de Dios: ESTA CASA / ABORRECE LA MALDAD Y AMA LA PAZ; / CASTIGA LOS DELITOS, / CONSERVA LOS DERECHOS / Y HONRA LA VIRTUD.
Villa de Leyva fue la cuna del capitán Antonio Ricaurte. “Ricaurte en San Mateo, / en átomos volando, / DEBER ANTES QUE VIDA / con llamas escribió”, canta el Himno Nacional, según la letra poética del doctor Rafael Núñez. Este político fuera de serie también se refirió, en el Himno, al coronel Atanasio Girardot: “En Bárbula no saben / las almas ni los ojos / si admiración o espanto / sentir o padecer”. Y después dicen que Núñez fue un poetastro. ¿Poetastro? ¿Puede alguien expresar en verso la combinación lógica de conceptos como la que se revela en los versos que se refieren a la batalla del Bárbula? Almas y ojos, admiración y espanto, sentir y padecer… Por ejemplo, la siguiente combinación: En el cerro del Bárbula (Venezuela) no saben los ojos sentir admiración, y las almas no saben padecer espanto. ¿Cómo les quedó el ojo, el ojo que siente porque es el sentido de la vista? ¿Cómo les quedó el alma, que padece espanto existencial?
También, en Villa de Leyva, se apagó la vida del general Antonio Nariño y Álvarez, de quien dijo Monseñor Rafael María Carrasquilla: “Después de Bolívar, Nariño”. Y con esto lo dijo todo.
Jaime Pinzón Medina, presbítero
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