Foto | Luis Fernando Rodríguez | LA PATRIA
Pesebre en la casa de Alba Teresa Ocampo, sector de El Alto, Salamina.
LA PATRIA publica desde hoy la novena completa cada día. A la hora de rezarla, aquí encontrará de principio a fin la más tradicional oración decembrina.
1. Oración a Dios Padre
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro hijo la prenda de vuestro amor para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.
(Se reza tres veces Gloria al Padre).
2. Consideración para el primer día
En el principio de los tiempos el Verbo reposaba en el seno de su Padre en lo más alto de los cielos; allí era la causa, a la par que el modelo de toda la creación. En esas profundidades de una incalculable eternidad permanecía el Niño de Belén antes de que se dignara bajar a la Tierra y tomara visiblemente posesión de la gruta de Belén. Allí es donde debemos buscar sus principios que jamás han comenzado; de allí debemos datar la genealogía de lo eterno, que no tiene antepasados y contemplar la vida de complacencia infinita que allí llevaba.
La vida del Verbo eterno en el seno de su Padre era una vida maravillosa y sin embargo, ¡misterio sublime!, busca otra morada, una mansión creada. No era porque en su mansión eterna faltase algo a su infinita felicidad, sino porque su misericordia infinita anhelaba la redención y la salvación del género humano, que sin Él no podría verificarse. El pecado de Adán había ofendido a Dios y esa ofensa infinita no podía ser condonada sino por los méritos del mismo Dios. La raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo eterno; era pues necesario para salvarla y satisfacer su culpa, que Dios, sin dejar el cielo, tomase la forma del hombre sobre la Tierra y con la obediencia a los designios de su Padre expiase aquella desobediencia, ingratitud y rebeldía. Era necesario, en las miras de su amor, que tomase la forma, las debilidades e ignorancias sistemáticas del hombre; que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para enseñarle a morir a sus pasiones y a su orgullo. Y por eso el Verbo eterno, ardiendo en deseos de salvar al hombre, resolvió hacerse hombre también y así redimir al culpable.
3. Oración a la Santísima Virgen
Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo. ¡Oh, dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.
(Se reza tres veces el Avemaría).
4. Oración a San José
¡Oh, Santísimo José, esposo de María y padre putativo de Jesús!, infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.
(Se reza un Padre Nuestro, un Avemaría y un Gloria).
5. Aspiraciones para la llegada del Niño Dios
Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ¡ven a nuestras almas! ¡ven no tardes tanto! |
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¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance ¡te rebajas sacro! |
¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! |
¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! |
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo pastor del rebaño! |
¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su niño vean en tiempo cercano! |
¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! |
Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo. |
¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios! |
¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso! |
¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario! |
Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ¡ven a nuestras almas! ¡ven no tardes tanto! |
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¡Oh, Adonái potente que, a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! |
¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio! |
¡Espejo sin mancha Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! |
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo! |
¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! |
¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil muestre fuerte brazo! |
¡Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado! |
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y, en forma de Niño, da al mísero amparo! |
¡Ven hermoso Niño, Ven Dios humanado! ¡Luce Dios estrella, brota, flor del campo! |
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! |
Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ¡ven a nuestras almas! ¡ven no tardes tanto! |
6. Oración al Niño Jesús
Acordaos, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado". Llenos de confianza en vos, ¡oh, Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida santa para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh, Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.